LA DESOLACIÓN EN PERSONA {43}

20 2 0
                                    

{Capítulo 43}

THUNDER

Si algo tenía claro, era lo siguiente:

Mañana. Mañana eran las audiciones.

Y yo seguía igual que los días anteriores. Apenas había tocado mi guitarra.

Seguía sin encontrarme bien.

Aun así, me forcé a practicar la canción un par de veces más. Me sentía pesado y plomizo, pero no podía no presentarme al dueto.

Aunque la idea se me hacía tentadora...

Ni se te ocurra.

Esos pequeños pensamientos intrusivos me hicieron levantarme de la cama, dejar la guitarra a un lado y moverme. Necesitaba salir de mi habitación, al menos para quedarme en el salón, que no era mucho mejor, pero al menos era un nuevo espacio. Uno en el que no llevaba horas metido.

Me senté en el sofá grande y me doblé para acariciar mi cuello con fuerza.

Qué estamos haciendo, Iversen... Este es tu sueño.

Y lo seguía siendo, me recordé.

Pero había algo que me impedía disfrutar del camino como lo había estado haciendo todo este tiempo. Había perdido toda la seguridad de mi persona. Me sentía indiferente ante... un poco todo en general.

Me giré hacia la ventana compartida. Había echado las cortinas, y ellos dos por igual, y debido a la opacidad de estas, nadie veía al otro. Ello me tranquilizó de cierta manera, solo faltaba que me viesen en este estado.

Dos golpes en la puerta.

Me recliné hacia atrás en el sofá y me apoyé en el respaldo. Miré al techo, esperando que no tocasen de nuevo la puerta. Oídos sordos.

Otro golpe. Tres golpecitos seguidos e insistentes más bien.

Me vi a mí mismo en un gran debate.

—Abre la puerta, rayito. Soy yo —escuché decir proveniente de una voz masculina tras la puerta de la entrada que nos separaba.

Volví a suspirar con fuerza. Cerré los ojos y los apreté con fuerza.

Era Xander. Y Xander no era... ella. Podía permitir que este me reprimiese en su lugar. Merecía alguna que otra palabra malsonante. Estaba comportándome como un auténtico niño pequeño con una rabieta pasajera.

La diferencia estaba en que esto —fuese lo que fuese— no parecía ser pasajero.

—Thunder, Sigh está en la escuela... Si eso te tranquiliza.

No, no lo hizo. Pero sí respiré con mayor regularidad.

Me miré las manos. Estudié mis anillos. Me crují los nudillos con fuerza. Mientras pensaba... Mientras pensaba cómo llevar las riendas de mis indomables sentimientos que terminarían acabando conmigo.

Me dije a mí mismo que hablar con una persona tras días sin emitir palabra alguna con nadie no estaría de más. Por lo que, dudando a cada paso que daba, y no convencido para escuchar todo cuanto tendría por decirme, abrí la puerta.

Y me encontré con un Xander tranquilo, con las manos en los bolsillos. Su postura despreocupada haciendo acto de presencia una vez más. Aunque tras esa fachada exterior, pude vislumbrar dejes iracundos en su fulminante mirada clavada en mí con dureza.

—No tienes muy buena pinta, tío... —Me echó un vistazo rápido de arriba a abajo.

Esta vez sí llevaba una camiseta, una sencilla de tirantes blanca. Había aprendido la lección después de que Sigh hubiese mirado mi espalda con un interés mayor del que habría imaginado.

Eléctricos suspirosWhere stories live. Discover now