NO FUE DOLOR, SINO MIEDO {17}

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{Capítulo 17}

SIGH

Dos años atrás...

Me gustaría decir que recuerdo poco de aquel día, pero lo cierto es que me acuerdo de cada maldito segundo. Recuerdo los momentos previos a que sucediese todo. Recuerdo sentirme tan sumamente pequeña y frágil que incluso gritar y pedir ayuda era en vano. De hecho, ni lo intenté, el nudo que apresaba mi garganta era tal que mi voz fue silenciada por el temor que invadía mi cuerpo. Además, el resto parecía no verme, parecía que aquella situación era normal..., pero no lo era.

El día en el que me agarraron del cuello tan fuerte que tuve que colocar mis manos sobre las manos del agresor para intentar apartarlas, cosa que fue inútil. Aquella noche, después de que escuchase una canción en vivo en el concierto de una de mis bandas favoritas, todo fue muy rápido y yo apenas fui consciente de nada. Mi madre robó droga, y como era predecible, se dieron cuenta.

Estaba tan ensimismada en el concierto, que no me percaté de lo que estaría haciendo ella a mi lado. Pude intuir que iría bebida, como de costumbre, pero jamás se me pasó por la cabeza que estaría tan desesperada como para robar droga.

Droga...

La razón principal por la que él ya no estaba.

La historia se repetía y las lágrimas abordaron mi rostro cuándo vi cómo mi madre huía dejándome sola con ellos. Era la presa fácil, la única persona que les llevaría hasta mi madre. Y el concierto estaba a rebosar, ni aunque hubiese querido, nadie hubiese detenido que la navaja que pasaron por mi cuello dejase una cicatriz horrenda que me llevaría a llevar una correa gruesa negra atada a mi cuello de por vida.

Me robaron el bolso y las pocas pertenencias que llevé conmigo al concierto. Se dieron por satisfechos al ver el dinero que había en mi cartera, que era una cifra elevada, dado que siempre era yo la que llevaba el dinero encima, para que mi madre no lo derrochase en sus adicciones.

El que tenía la navaja apretando y haciendo una delgada línea alrededor de mi cuello, me miró por última vez. Echó la cabeza hacia atrás para que le diesen el ok. Cuando lo hicieron, este me empujó con fuerza y se esfumó tras sus amigos.

Choqué sobre un grupo de personas, que tras insultarme por ello, se fijaron con detalle en que tenía los ojos rojizos de llorar y mis manos en mi cuello, intentando quitar la sangre que derramaba el corte. Al ser conscientes de que pedía ayuda a gritos, sin hablar siquiera, se llevaron las manos a la cabeza y me ayudaron a salir del recinto. Ahí conocí a Raider, quien salió del concierto solamente por ayudar a una desconocida de la que no sabía nada.

—Jo-der. ¡¿Qué te ha pasado?! —dijo él sobresaltado, colocando sus manos sobre mi rostro. Inspeccionando el mismo—. Enseguida llamaremos a la policía, ¿vale? Mi nombre es Raider, y aquí estás segura, te lo prometo —me tranquilizó él, a pesar de que en esos momentos el pánico que había experimentado me estuviese carcomiendo, repitiendo lo sucedido una y otra vez en mi cabeza. Sin dejarme pensar o ver más allá.

Me permití observar a aquel chico por unos instantes. Estudié su rostro con detenimiento y aunque no tuviese la certeza de ello, supe al instante que era mayor que yo, al menos un par de años. Esto me tranquilizó de cierta manera, ya que él era mayor de edad, y sabría qué hacer. Sabría cómo ayudarme, por mucho que yo estuviese algo reacia a la idea.

—¡Eh! ¿Es que no me habéis escuchado? —dijo Raider alzando la voz, lo que provocó que los de su entorno se callasen.

Raider volvió a mirarme, y en ese momento fue cuando se dio cuenta.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora