NO DUDES, IVERSEN {10}

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{Capítulo 10}

THUNDER

Recorrí su rostro, era la primera vez que la tenía tan cerca. Esta me correspondió alzando la barbilla, y sosteniéndome la mirada desde su altura. La observé con detenimiento. Las pecas que cubrían sus mejillas, ocupaban gran parte de su rostro también, el mismo había sido salpicado por muchas de ellas. Me deslicé hasta el azul por el que sus ojos estaban bañados, en los que podía verme reflejado con facilidad. Casi se sentía innatural la intensa capacidad que tenían estos, la fuerza que desprendían los mismos. Sin tener el completo control sobre mis manos, una de estas volvió a tomar un mechón rojizo de su cabello. Lo acaricié con mis dedos, completamente anonadado. Poco después de soltar este, toda mi atención se reunió sobre los labios de la misma que se abrían y cerraban con ligereza. Unas cuantas frases quedaron presas bajo llave dentro de ella.

Sigh, tomó una sonora bocanada de aire, su pecho se alzó ante aquello. Alzó su mirada y tragó saliva. Fue retrocediendo tras sus pasos, disminuyendo la distancia entre ambos. Caminó sin mirar atrás, alejándose de mí a paso firme y determinado, sin trastabillar en un solo instante.

Dio un portazo tras ella, algo iracunda de nuevo, y con la misma fuerza que desprendía toda su persona. Decidí entreabrir la puerta y observar cómo se alejaba.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Debería regresar a casa?

Casa...

Mejor dicho, al pequeño hostal en el que estaba hospedado.

Había abandonado todo lo que tenía, que para la opinión de un servidor, no era nada. Había dejado muchas cosas atrás, pero ninguna de valor. Nada que me atase lo suficiente como para querer volver.

Quebec era la oportunidad que tenía para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo desde la casilla de salida. Sin conocer a nadie, y sin temer aquello. Podría acostumbrarme a esta vida, si las cosas salían como lo planeado y pasaba las audiciones. Y aun así, si ese plan no funcionaba, no tenía pensado viajar a otro lugar, ya que esta ciudad me parecía realmente bonita. Incluso me resultaba acogedora por sus pintorescas casas, y su deslumbrante naturaleza, que estaba más que presente en la ciudad. Ello me hizo sentirme cómodo y me alegré por haber escogido bien. Porque no podía reunir el suficiente dinero como para permitirme una nueva mudanza, a pesar de que lo que llevase conmigo fuese lo justo y necesario que logré meter en una simple maleta.

Tendría tiempo para hacerme un hueco aquí. Lo material no era lo primordial. Por el momento, en el hostal me arreglaba con lo mínimo que había traído conmigo.

Todo era cuestión de tiempo. Los cambios siempre eran buenos.

Era lo que siempre me recordaba a mí mismo.

Además, nada podía ir a peor.

ϟ ϟ ϟ

Cerré la puerta y apoyé mi espalda en esta. Apreté los ojos con fuerza y suspiré profundamente. Me mantuve así por unos segundos, visualizando mi cometido, todo cuanto debía, y ante todo, todo cuanto quería lograr.

—Intuyo que mi nieta te caerá bien —escuché de pronto decir a Richard.

Abrí los ojos al instante. Enarqué ambas cejas hasta que me dolieron del esfuerzo. Tuve que seguir la voz para dar con la persona que me había hablado. Me vi obligado a descender mi mirada para encontrarme con el propio Richard sentado sobre el suelo con un ukelele sobre sus manos.

¿Nos hemos quedado dormidos de pie y estamos soñando?

Entrecerré los ojos y dudé por unos segundos. Giré con ligereza la cabeza. Y con las manos en mis bolsillos, me quedé quieto en el sitio.

Eléctricos suspirosWhere stories live. Discover now