REY DEL ESCENARIO {24}

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{Capítulo 24}

THUNDER

—Thunder Iversen, tu turno.

Asentí levemente con la cabeza y deslicé la guitarra frente a mi pecho mientras me iba preparando mentalmente para lo que estaba por venir. Aun así, me sentía seguro, hacía tiempo que había perdido los nervios. Confiaba en mí.

Tenía un único propósito y no estaba dispuesto a dejarlo irse frente a mis ojos.

Si había llegado hasta aquí, era por un motivo concreto.

Ganar.

Una de las plazas sería mía, y esa misma seguridad proyecté en el preciso instante en el que salí al escenario. Aunque me di de bruces con un silencio abismal y un espacio oscuro y poco acogedor que hacía que de cierta modo, dudase...

¿Dudar? No podemos permitirnos ese lujo.

Por Kurt que no podíamos.

—Adelante, preséntate. Brevemente, a poder ser —dijo uno de los tres miembros que pertenecían al jurado. Este estaba sentado en una de las esquinas y sonreía de lo más forzado mientras jugueteaba con su bolígrafo.

Aun así, su mera posición en la mesa, decía mucho.

—S-sí, sí..., por supuesto. —Me acerqué al micrófono y fue una sensación de lo más extraña, era la primera vez que me sentía así—. Como ya sabréis... mi nombre es Thunder, Thunder Iversen, y he venido aquí con un único propósito.

—¿Que es...? —inquirió él, cansado y con rostro indiferente—. Chaval, además de tu... imagen, debes necesitar algo más para triunfar, lo sabes, ¿verdad? —me dijo el mismo, en un tono que notaba cierta superioridad.

—No se preocupe por eso, le aseguro que no será un problema —le respondí sincero, sin dudarlo un solo segundo. Hice una pequeña mueca con la boca y enlacé mis manos detrás de mi espalda.

Este, en respuesta, forzó otra de esas sonrisas y antes de que uno de los focos que estaba sobre el jurado se dirigiese hacia el escenario en donde me encontraba yo, decidí mirar a Richard, quien presidía la mesa del jurado en el medio. Este tenía un semblante serio y pasivo, las manos enlazadas bajo su mentón, y sus ojos, algo escondidos bajo su sombrero pero clavados con dureza en mí.

—Adelante entonces. —Escuchar de nuevo la grave y firme voz de Richard, me causó un fuerte respeto.

Antes de que todos los focos estuviesen en mí, pasaron a quitar el micrófono y eso indicaba que solo me quedaban escasos segundos para dar comienzo a mi actuación.

Mentiría si dijese que no estaba nervioso. Al principio la situación estaba controlada, pero una vez sentí todas las miradas en mí, me inquieté algo más y carraspeé en respuesta. Miré debajo de mí a mi guitarra, acaricié con mis pulgares las cuerdas, sin hacerlas sonar aún.

Había llegado el momento de conectar con el instrumento, en todo el sentido de la palabra. Era el momento de que me escucharan al fin.

Porque si tenía una cosa clara, era que esto sería el comienzo de algo mucho más inmenso de lo que jamás habría podido imaginar. Tenía la certeza absoluta de ello.

ϟ ϟ ϟ

Mis dedos, influidos por los movimientos que me pedía mi cuerpo, comenzaron deslizarse a través de las cuerdas de mi guitarra. Mi mano izquierda firme sobre el mástil, segura. Además de la melodía, también contaba la imagen y lo que proyectases con tu mera presencia sobre el escenario. Siempre debía ser suficiente como para llenarlo con uno mismo e inundar al resto con tu energía arrolladora, de forma que se viesen fluyendo contigo entre el ritmo de tu propia melodía.

Lo cierto era, que jamás había estado en un escenario tan grande, pero sí había estado en muchos más pequeños, solo que de forma clandestina y sin la majestuosidad con la que contaba este. Me daba cierto temor no bastar con lo que tenía por ofrecer para que el escenario se me quedase pequeño y el resto lo sintiese así. Debían sentirme cerca, escucharme con atención y conectar con mi música.

De primeras, mi cuerpo se mantuvo inerte y me limité simplemente a... tocar. Pero pronto fui consciente de que debía evadir la vergüenza y ser astuto. Proporcionar lo que el resto quería ver, y oír. Por lo que me dejé llevar, y el sonido fue tal, que me olvidé incluso del jurado, de los participantes entre bambalinas...

Solo estaba yo ahí, nadie lo haría por mí. Siempre había estado solo, esta vez no sería la excepción.

Me moví como lo sentí de lo más hondo de mi ser, de un lado al otro del escenario y plasmando mi yo más puro así. Algo dentro de mí exclamaba por que mostrase todo aquello que siempre había mantenido oculto.

Me incliné hacia el suelo del escenario y me incorporé bruscamente, haciendo que mi larga melena rubia se moviese al son de la música creada. Hice hincapié en una serie de notas repetitivas que hacían que los dedos de mis manos fuesen a romperse del esfuerzo que suponía la rapidez al tocar estas y ladeé media sonrisa, victorioso sabiendo que lo estaba bordando.

Aunque exteriormente me esforzase por mostrarme seguro, las notas amenazaban con desbordarse y ganarme, pero alguien ya las había dominado mucho antes y tenía todo su control sobre estas.

No había descansos, eran un sin fin de notas que creaban una veloz melodía que no te dejaba ver de cerca el final. Era una composición propia, y quise dejar claro que así lo era dado que dejaba ver mi propio estilo en esta.

Las yemas de mis dedos comenzaron a quemarse, pero me resultó igual, no cesaría. Mi mano izquierda se movía sin límite alguno de un traste a otro, muchas veces desde uno muy arriba hasta el de más abajo de todos, ello acompañado por el movimiento de mi cuerpo que se movía como las notas lo pedían. Al mismo ritmo y volcando toda mi energía en el solo.

Mi guitarra y yo éramos una sola pieza. Unidos para satisfacer y mostrar lo vanidoso que me sentía en su compañía, lo que era capaz de hacer con mis manos sobre ella.

Espectáculo era lo que querían, y eso era lo que les iba a dar.

Los dejé pensando, haciéndoles creer que la parte difícil y más rápida había llegado a su fin, pero quise pensar que los sorprendí al redirigir la melodía hacia algo mucho más épico que lo que había estado tocando hasta ahora.

Esto fue el remate final que hizo que incluso cerrase los ojos y sintiese las notas por todo mi ser. Me doblé para llegar hasta la más recóndita nota, sin saltarme ninguna, sin fallar. Mi cabeza; se movía al ritmo de la música y daba cabezazos al aire en cada pliegue, y mis dedos; ejecutaban un perfecto baile sobre las cuerdas. Cuando supe que había llegado al mayor éxtasis de mi solo, sonreí victorioso, siguiendo aún con el resto de notas, pero ahora sí, con una completa seguridad sobre mis manos que parecían ahondar en la melodía más de lo que estaba prevista.

Incluso me permití el privilegio de improvisar ciertas notas que le dieron una inquietante emoción a su cúspide suprema, extendiendo más la melodía así.

Coronándome como el rey del lugar. Cuanto más me lo creyese, más fácil resultaría comportarme como tal. Creer de verdad lo que yo valía, porque aunque muchas veces me costase hacerlo, sabía de sobra que aquellos rostros pálidos y sus miradas perplejas clavadas sobre mí, no eran signo de malestar, sino de admiración y pura estupefacción.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora