EL CARRITO DE LA LIMPIEZA {21}

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{Capítulo 21}

SIGH

— ¡¿Así que este es tu estúpido plan?! —exclamé tras el pelirrojo, mientras me quitaba el cigarro de los labios y expulsaba el humo hacia otro lado.

Shhhh... ¿Acaso quieres que nos pillen? —susurró él, girándose hacia mí y colocando sus manos en mis hombros— Ambos sabemos que solo hay una forma de entrar ahí sin que nos echen. 

Lo miré, dudando, sin tenerlas todas conmigo y sin que el plan me diese la suficiente confianza Aun así, me repetí a mí misma la razón por la que estábamos aquí, y me obligué a mí misma a aceptar.

— ¿Y por qué diablos tengo que ser yo la que vaya dentro del carrito? —pregunté exasperada y sin gracia alguna sobre mis palabras. Al menos, si aceptaba el plan, tenía derecho a cuestionarlo.

En escasos minutos se podrá ver la dignidad de Mrs. Sigh Kelly With arrojada, pisoteada y hecha añicos.

— Eres más pequeña que yo, pesas menos, puedes estar horas y horas sin decir palabra y... si tú te disfrazases de limpiadora llamarías demasiado la atención y...

— Y no queremos eso. Bien, entendido... —terminé por él y acepté a regañadientes mientras apreté con fuerza los dientes y suspiré sonoramente— Que sepas que esta es la última vez que planeo algo así contigo —Aunque aún no había terminado mi cigarrillo, y quería hacerlo, di una última larga calada y lo apagué en el suelo con la suela de mi bota aunque siguiese nerviosa y estuviese pensando en el siguiente.

— Sí, sí... Lo que tú digas, Siggy —me dijo él dándome la espalda, tapando su boca con su antebrazo, aguantándose las carcajadas a mi costa— Cuanto voy a disfrutar de esto...

— Eres lo peor Xander Wooley. Eres..., eres... —intenté decir pero toda palabra se quedaba corta para expresar mi ira hacia su persona en aquellos momentos.

— ¡Shh, ya están ahí! Entra, ahora —ordenó él cuando vio las puertas del colegio abrirse para todos los participantes que hacían cola en la calle. La fila era inmensa.

— Por James Hetfield, no me creo que vaya a hacer esto... —dije más para mí misma mientras me ayudaba de la mano que me tendía el pelirrojo para meterme dentro de la bolsa de uno de los carritos de la limpieza que Xander había "cogido prestado".

Una vez dentro, Xander me miraba curioso desde arriba, con aires de superioridad y esbozando una malévola sonrisa.

— Te odio —es lo único que dije mientras este me guiñaba un ojo y me lanzaba un beso al aire al mismo tiempo que pasaba una fina lona por encima de mi cabeza.

— ¿Todo bien por ahí dentro?

No contesté. Me negaba a hacerlo.

— Sigh.

— ¿Qué?

— ¿Bien?

— ¿Tú qué crees? Estoy dentro de una bolsa enorme de tela en la que tiran basura y que huele a vómito —respondí cortante.

— Exagerada —contestó él, lo que hizo que mi paciencia se agotase.

Por suerte para mí, conseguí darle un codazo a lo que pareció ser su pierna —o quizá su tobillo— desde la tela.

— ¡Ay! —se quejó él.

— Te lo debía —contesté, orgullosa.

— Aceptaré eso porque aún no sé ni cómo has aceptado esto —admitió él.

Eléctricos suspirosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt