CAPÍTULO VIII

57 12 0
                                    

Selina se despertó de golpe, sus mejillas se encontraban llenas de lágrimas, el sudor cubría su cuerpo entero y le costaba respirar con normalidad. Nuevamente había tenido una pesadilla.

Prendió la vela que se encontraba a un lado de su cama y se mantuvo en silencio mientras intentaba tranquilizarse. Estaba cansada de no poder dormir en paz, ese era su único refugio del mundo real y de sus problemas y ahora parecía que incluso entre sueños no estaba a salvo.

Cuando se sintió mejor, se levantó de la cama y se acercó a su tocador para mojar un poco su rostro en busca de tranquilidad. Tras sumergir la cara en el agua helada, se quedó mirando su reflejo por un breve instante. Su piel extremadamente pálida, los labios resecos y llenos de pequeñas heridas de tanto arrancarse los pellejos, su rostro se veía demacrado, las ojeras moradas le daban un aire enfermizo y en sus ojos pudo reconocer aquel profundo vacío que la hacía sentirse muerta.

Apartó la mirada y regresó a su cama para servirse un vaso de agua. Apenas le había dado unos pocos tragos cuando un extraño grito gutural se escuchó afuera de la habitación haciendo que soltara el vaso y que éste se hiciera añicos a sus pies. Selina se mantuvo inmóvil y con el corazón en la garganta a causa del susto. Nuevamente aquellos extraños chillidos se empezaron a escuchar pero esta vez más lejos. La chica se quedó quieta todo el tiempo y prestando atención a los extraños sonidos hasta que dejó de escucharlos.

Rápidamente se puso unos zapatos, agarró una capa y la vela que se encontraba en el buró y caminó hasta salir de la habitación. Afuera, en el pasillo, fue capaz de escuchar los lejanos ecos de aquellos extraños quejidos.

La princesa comenzó a seguirlos llena de curiosidad e insertidumbre, pues de todo el tiempo que llevaban en el castillo, jamás había escuchado algo como aquello. Caminó de puntillas por el lugar hasta que dobló en un pasillo y se topó con un guardia.

—Princesa Selina. —El hombre le hizo una reverencia—. ¿Se encuentra bien? ¿Sucede algo?

—No es nada. —mintió—. Me dio hambre y decidí ir a la cocina por un bocadillo.

—Si lo desea yo puedo...

—¡No! No se preocupe, iré yo. Sé dónde se encuentra la cocina. —Sin más que decir, continuó caminando.

Debido al inesperado encuentro le había perdido el rastro a aquella criatura, cosa que la hizo enojar. No deseaba regresar a su habitación ya que sabía que si lo hacía de todos modos no le sería posible conciliar el sueño, así que continuó vagando por el lugar mientras pensaba en lo que la había asustado. Habían pasado noches desde que Altea le había confesado haber visto a una figura espectral fuera de su habitación así que pensó que podría tratarse de lo mismo.

Selina se detuvo de golpe frente a una enorme puerta de madera cuando captó con el rabillo del ojo un extraño brillo que provenía del otro lado de esta. Abrió la puerta y para su sorpresa se encontró con una enorme habitación llena de diversas armas y armaduras, al igual que muñecos de práctica, bolsas de arena, dianas y obstáculos.

Por un breve instante la princesa se sintió como en casa, pues el lugar le había recordado al antiguo gimnasio en el que ella y sus hermanas solían practicar esgrima y artes marciales siendo guiadas por su único amigo y fiel compañero de juegos. La peli plateada sonrió por un breve instante ante el recuerdo de su hogar y de su amigo de infancia, sin embargo, esto sólo logró causarle más dolor en su ya muy adolorido corazón.

La chica se acercó a una de las bolsas de arena, la observó con furia retenida y al final le soltó un fuerte golpe.

El dolor le recorrió toda la mano, como si un rayo le hubiera golpeado, pero por alguna extraña razón, el dolor no la hizo sentirse mal o querer llorar, al contrario, lo había encontrado liberador. Dejó la vela y su capa a un lado para luego repetir la acción múltiples veces, sintiéndose liberada con cada golpe que daba a aquel viejo sacó de arena.

Taken (Segunda parte de Cursed-Blessed)Where stories live. Discover now