CAPÍTULO XXIX

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Jake abrió los ojos, se encontraba en el interior de aquella extraña e intimidante cueva, el lugar entero tenía un olor repulsivo que lo hacía querer vomitar. Comenzó a caminar con cuidado, siempre atento a cualquier mínimo ruido o movimientos que lograra alertarlo, introduciéndose con cada paso que daba más y más al interior de la cueva. Cuando logró captar el olor de Selina entre toda esa pestilencia. comenzó a seguirlo. Primero tenía que hallarla a ella si quería encontrar al resto. Estaba enojado, le preocupaba el perderla justo cuando pensaba que finalmente podría arreglar las cosas con ella.

Subió, bajó y serpenteó por todo el lugar hasta que logró ver un brillo entre toda esa oscuridad, cosa que llamó su atención. Caminó hasta aquel extraño objeto y se agachó con curiosidad. Al descubrir lo que era, todo su ser se removió con preocupación. La daga de Selina se encontraba tirada en el suelo sin señal alguna de su dueña. El muchacho olfateó el aire, el olor a sangre fresca lo alertó. Dio unos cuantos pasos antes de encontrarse con un pequeño charco de esta, sumergió un dedo dándose cuenta de que aún estaba caliente, lo que indicaba que hacía no mucho tiempo la muchacha había estado ahí y ahora se encontraba herida.

Se puso de pie y comenzó a seguir el camino de sangre que adornaba el lugar. Avanzó con cuidado e inquietud, pues el olor del monstruo o monstruos se hacía cada vez más nauseabundo con cada paso que daba. Luego de un rato caminando, finalmente se detuvo al escuchar los sollozos de alguien.

Se acercó con cautela encontrándose con una amplia cámara de piedra donde, a pocos metros de distancia, lloraba Selina. La muchacha lucía maltrecha, tenía una herida en la frente, su ropa estaba sucia y hecha jirones y su pierna izquierda lucía extraña.

—¿Selina? —llamó con delicadeza.

La chica volteó a verlo con una mezcla de terror y alivio. Él se acercó hasta donde ella se encontraba, siendo envuelto por los brazos de la princesa quien continuó llorando.

—¿Te encuentras bien? —preguntó con preocupación al romper el abrazo para así poder examinarla mejor. Toda su ropa estaba sucios y rota, había varias cortadas y moretones visibles, el corte en su frente lucía profundo y su debilidad y poco equilibrio le hizo saber que algo no estaba bien con una de sus piernas, pero aquella extraña mirada en los ojos lavanda de la chica lo hicieron estremecerse—. ¿Sucede algo? —No recibió respuesta alguna, en su lugar, Selina plantó un beso en sus labios, confundiéndolo ante aquel repentino acto—. ¿Qué fue eso? —soltó al separarse.

La muchacha miró al suelo y jugó con su cabello con nerviosismo.

—Tenía miedo de perderte y no volver a verte jamás —murmuró—. Me he portado muy idiota contigo Jake —confesó mirándolo a los ojos—. Lo lamento. Realmente lo siento mucho. Te lastimé al alejarte de mí de ese modo, al haber huido de Erontios sin arreglar las cosas y al intentar olvidarte. —El príncipe la observó sorprendido, realmente no esperaba una disculpa de su parte y menos aún una confesión—. Yo... sólo... —Los ojos contrarios se llenaron de lágrimas—. Tenía mucho miedo a enfrentarte. Sentía que moriría si me decías que no me amabas y que preferías a Mina sobre mí. —Su voz se rompió—. Realmente lo siento. Fue todo mi culpa.

—No, también fue culpa mía. Debí haber notado que no se trataba de ti, pero no lo hice o no quise hacerlo —confesó con dolor y arrepentimiento.

—No, no fue tu culpa Jake. Todo fue mi culpa —repitió con desesperación.

—No fue así. Pero te prometo que es un error que no volveré a cometer —sentenció con seguridad en su voz.

En un sólo movimiento sacó la daga que sostenía oculta y lanzó un ataque certero hacia el rostro de la chica. La peliplateada chilló mientras un hilo de humo negro salía por el corte que el chico había hecho.

Taken (Segunda parte de Cursed-Blessed)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora