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Capítulos 9 - 11

Axel

22 de junio de 2019

—Lydia. —Entré en su habitación y me la encontré tirada en la cama, viendo un vídeo desde su móvil—. ¿Tienes el número de Zoe?

Dejó el vídeo de lado de inmediato.

—Uy —exclamó—. Sí, lo tengo. ¿Para qué lo quieres?

Pasé por alto el tono divertido de su voz.

—Para lo que te he comentado esta mañana —dije, recordándole el acuerdo al que Zoe y yo habíamos llegado en la fiesta—. Tengo que quedar con ella.

Creo que mi hermana sintió que me debía un favor por convencer a Zoe de seguir trabajando en la cafetería, porque dejó de intentar meterse conmigo y me pidió que le diera mi móvil para agregar el número a mis contactos. Cuando me lo devolvió, vi que la había agendado con un corazón al lado.

Le puse mala cara, pero ella apenas se inmutó. Después salí de su cuarto y me encerré en el mío para poder hablar con Zoe tranquilo. Aún me resultaba extraño pensar que había accedido a darle clases. No sé en qué estaba pensando; trabajar cinco días a la semana ya era lo suficientemente pesado como para agregar otra hora a mi calendario semanal.

Aún así, la llamé. Tardó tanto en contestar que pensé que no lo haría, pero finalmente escuché una voz masculina al otro lado de la línea. Fruncí mucho el ceño.

—Maldita Lydia —mascullé.

Seguro que se había equivocado al escribir el número de teléfono. Estaba a punto de colgar la llamada cuando volvieron a hablar.

—Soy el hermano de Zoe. Estaba... ocupada, y me ha dicho que contestara por ella.

Arrugué aún más el entrecejo. Había un deje divertido en la voz del chico.

—¿Le puedes decir que me llame cuando acabe?

—Espera, enseguida te la paso.

Se hizo el silencio durante unos segundos hasta que, por fin, reconocí la voz de Zoe.

—¿Sí? —preguntó con cierto nerviosismo.

—Hola.

—Axel —pronunció mi nombre como si se sintiera aliviada de saber que la persona al otro lado de la llamada era yo. Sentí un pequeño cosquilleo en el abdomen y en la punta de los dedos con los que sujetaba el teléfono—. ¿Cómo tienes mi número?

—Me lo ha dado Lydia. Espero que no te importe.

—No, es solo que... prefiero los mensajes.

—Vale. De todas formas, seré breve —la tranquilicé—. Mañana a las diez te quiero en mi casa. Trae tu libro de matemáticas.

—Sí, señor. Tus deseos son órdenes para mí —respondió con un tono cargado de ironía que me hizo poner los ojos en blanco.

—Es que no es un deseo. Lo de orden encaja mejor.

Si alguien me hubiera propuesto darle clases de matemáticas a cualquier persona meses atrás, ni siquiera habría tenido que decir lo que me parecía la idea, porque mi expresión de absoluto hastío habría respondido por mí.

—Oye, que estudiar matemáticas no es precisamente algo que yo quiera hacer, pero no voy por ahí quejándome. —Su actitud llorona provocó que me entrasen ganas de sonreír (y admito que, como estaba solo en mi habitación, sí que se me curvaron hacia arriba los labios, al menos un poco). Podía imaginármela de brazos cruzados, muy indignada.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora