S i e t e .

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21 de junio de 2019

No debí haber mandado ese mensaje.

No debí haberle dicho a Ciara que iría a la fiesta.

¿En qué estaba pensando? ¿En qué momento me pareció buena idea aceptar la invitación? Iba a ser una noche llena de conversaciones forzadas e incómodas, y de silencios aún más incómodos. Me iba a encontrar como un pez fuera del agua.

Tomé aire y traté de pensar positivo. Por lo menos Ethan se había ofrecido a recogerme en cuánto quisiera irme. Eso me reconfortó.

Claro que la práctica nunca es tan ideal como la teoría. Incluso si me quisiese ir de la fiesta cinco minutos después de haberla empezado, eso nunca llegaría a suceder. Quedaría demasiado raro. Tendría que inventarme alguna excusa.

Quizá podría hacer que Ethan me llamase y fingiese que había una emergencia. La vieja confiable.

Cogí una cucharada más de brownie. La cargué de helado también.

Ese día no estaba comiendo con Lydia. Ella se encontraba comiendo su bocadillo en la zona de descansos, pero yo había decidido tomarme un brownie dentro de la cafetería, en una de las mesas. Me encontraba un poco... cerrada. Reacia a hablar y a escuchar.

Creo que se debía precisamente a la fiesta.

Lo que sentía no eran nervios, en realidad. Yo rara vez sentía nervios. Lo que yo sentía era pánico.

Mi meta para esa noche no era otra que ser normal. O parecerlo, al menos. Ser alguien con quien la gente pudiese charlar, no alguien a quien le costase seguir las conversaciones de forma natural. No quería que notasen lo incómoda que probablemente iba a estar. La gente contagia emociones, y deja que las emociones les contagien a ellos. Somos receptores, si estamos con alguien alegre somos más propensos a sentirnos así también. Lo mismo pasa con alguien triste.

Y si una persona nota que no quieres estar ahí, charlando con ella, ellos pensarán lo mismo.

Lo sé por experiencia.

Quería evitar al máximo eso. Era... ¿como decirlo? Era algo así como "mi última oportunidad" de probarme a mí misma que podía ser social sin morir en el intento.

No disfruté el brownie tanto como habría querido. El pánico me lo impedía.

Me sentía un poco ridícula. Como he dicho, rara vez sentía nervios. Los exámenes de matemáticas me frustraban, pero nunca habían hecho que las manos me sudaran, ni que el estómago se me revolviese. Y sin embargo, ahí estaba yo, arrinconada, tratando de evitar a todo el mundo, solo porque había accedido —por decisión propia— a ir a una maldita fiesta adolescente.

Dejé la cuchara en el plato vacío y me levanté de la mesa. Por suerte, Lydia no hizo demasiadas preguntas, ni siquiera cuándo entré a la zona de descansos para lavar el plato y dejarlo en su sitio.

Axel me había visto comerme el brownie mientras terminaba de limpiar las demás mesas, pero como era de esperar, no me había dicho nada. Ni siquiera me había mirado.

Salí de la cocina, ya preparada para irme. Axel ya había terminado de limpiar, ahora se encontraba tras el mostrador escogiendo un bocadillo.

Me armé de valor y me acerqué a él.

—Oye, Axel —carraspeé. Él levantó la mirada en seguida, como invitándome a continuar —. ¿Qué tengo que llevar a la fiesta?

Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba a abajo en una fracción de segundo.

Zoe & Axel ✔️Where stories live. Discover now