C u a t r o .

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13 de junio de 2019

Me gustaban todo tipo de películas. Disfrutaba cualquier cosa, desde comedias y dramas románticos hasta películas históricas sobre la guerra, y películas sobre superhéroes.

En esos momentos me encontraba en mi cama, con mi portátil sobre un cojín apoyado en mis rodillas, viendo Extremadamente cruel, malvado y perverso, una película basada en un famoso asesino en serie. Lo cierto era que ya había pasado más de un mes desde su estreno en Netflix, pero como en ese entonces aún seguía estudiando, no la había podido ver hasta ahora. Tenía pendiente también la cuarta temporada de Lucifer.

Todo eso me había arrebatado la escuela.

Sin embargo, no era momento de pensar en el tiempo perdido. Era momento de regodearme en el placer que me suponía estar ahí, disfrutando mis vacaciones al máximo.

Si tan solo hubiese tenido un paquete de M&M's y...

La puerta de mi habitación se abrió de repente. Esta gente no conocía el significado de la palabra intimidad.

—Hola —saludé a Edith después de pausar la película. Al parecer, acababa de llegar del trabajo ya que aún llevaba colgado el bolso.

—Hola —dijo —. ¿Has salido?

—No —respondí sincera. Podría haberle dicho que sí, aunque fuese mentira y aunque ella no me creyese, pero no me habría servido de nada —. Pero ayer trabajé. Puedo tomarme un día de descanso.

—Salir a correr son dos segundos, Zoe —replicó —. No puedes pasarte el día entero encerrada en tu habitación.

De verdad que quería a mi madre, pero cuando se ponía en modo coñazo era una absoluta pesada. Si algo podía hacer que se me quitasen las ganas de que el verano llegase, era ella, ya que está época del año agudizaba su sargento interior.

—Vamos, me lo prometiste —me recordó.

Dejé salir un grave suspiro y cerré mi portátil. Ella tenía razón. Le había prometido que no perdería la rutina de ejercicio y además, que saldría de casa todos los días.

—Ya voy, ya voy —alcé las manos, rindiéndome. Entonces fue ella la que suspiró.

—Venga, va. Está bien, quédate —dijo. La miré muy confusa —. A mi tampoco me gusta ser la cortarollos de la casa. Puedes quedarte hoy.

Sonreí ampliamente. No tendría que dejar la película a la mitad y podría pasarme el resto de la tarde terminando de verla. Mi madre sonrió también. Se acercó a mi cama y me dio un beso en la frente.

—¿Qué tal ha ido el día? —pregunté.

—Bien, aunque agotador. Me han citado a muchos pacientes esta semana. Menos mal que dentro de nada es viernes.

Asentí con la cabeza. La verdad es que sí que se la veía cansada, tenía las ojeras marcadas y la expresión exhausta. Podía entender perfectamente que no le quedase energía siquiera para discutir conmigo sobre el hecho de que no había salido de casa.

—Oye, si quieres, cuándo descanses un poco podemos salir a dar un paseo —sugerí. Pude ver un destello de agradecimiento en su mirada.

—Me parece perfecto —dijo, y volvió a darme un beso en la frente antes de salir de mi habitación.

Abrí de nuevo mi ordenador y reanudé la película. Sabía que mi madre se tumbaría a descansar un rato antes de que pudiésemos salir, por lo que tenía tiempo de sobra para terminar de verla.

Prefería mil veces correr a andar. De hecho, odiaba andar. Era demasiado lento, una actividad hecha para personas pacientes, no para mí. A mi madre le encantaban. Disfrutaba salir y observar la naturaleza, disfrutar de la vegetación después de un día de trabajo. A mí, en cambio, me bastaba con correr cerca de casa. Nunca se me había dado bien apreciar la belleza de los paisajes, me daba igual pasar por una pradera llena de flores que por un descampado repleto de hierbajos.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora