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Cero

Habían pasado alrededor de dos semanas la rubia ni siquiera tuvo el mínimo interés de saber algo acerca de la taiwanesa, solo la veía algunas veces durante receso o cuando había algún partido ella le había prometido antes asistir siempre a aquellos juegos donde la azabache participara aunque no se acercaba a ella.

Pero definitivamente tenia en claro dos cosas la segunda era que de ahora en adelante disfrutaría de ella misma, no dependería de nadie y la primera era que NUNCA repetiría lo mismo que sucedió con Tzuyu.

Lo supo desde aquel momento en que vio a Mina al pie de su ventana toda nerviosa y colorada mientras le decía que por favor no salga que solo la escuche y luego de aquello la pelinegra empezaba a tocar su guitarra entonando aquellos acordes y con su melodiosa voz iniciaba una de sus canciones favoritas "Betty" de Taylor Swift.

Las lagrimas de felicidad estaban en sus ojos de la rubia, recordando al mismo tiempo la conversación que tiempo atrás habían tenido en su habitación mientras veían una serie en la televisión.

- ¿La perdonarías si llega a tu casa con una guitarra tocando Betty para ti? - preguntó sonriendo

Sana la miró y una risita escapó de sus labios.

- No, es una de mis canciones favoritas, pero no lo vale - murmuró con la voz algo apagada tratando de sonar graciosa

La pelinegra bajó su guitarra y la rubia rápidamente bajó a abrirle la puerta, su compatriota aún tenía un poco roja la cara mientras veía hacia abajo con timidez

—Tuve que pedirle a Dahyunnie que me ayudara para tocar esta canción ¿Te gustó? — preguntó algo nerviosa mientras jugaba con sus dedos de forma despistada.

La rubia se acercó y la abrazó mientras que con la voz más dulce le decía -Me encantó.

Después de tanto tiempo pensándolo la nipona pelinegra se había armado de valor, sabía que a la mejor la forma que eligió para declararse no era la mejor ni la más especial pero estaba segura de que lo hacía desde lo más profundo de su corazón.

—Sana— dijo colocándose de rodillas aunque eso no estaba planeado pero los nervios la llevaron a arrodillarse —¿Te gustaría ser mi novia?— sus pómulos aun rojos por la vergüenza y una sonrisa se colocaron en el rostro de la nipona pelinegra.

La rubia deseaba decirle si, lanzarse a sus brazos y besarle. Por fin alguien la amaba y estaba segura que Mina no la lastimaría pero ¿Sana sería capaz de no lastimar a Mina? Sana era buena, pero estaba rota aunque le costara aceptarlo, el iniciar una relación ahora solo le aseguraba una cosa y eso era que esa relación sería un fracaso.

Con todo el dolor de su corazón y el alma hecha pedazos solo respondió con sinceridad.

—Lo siento— las lagrimas se hicieron presentes, la pelinegra se levantó aún atónita, ella sabia que eso sucedería y aun así tomo el riesgo. —Mina eres una chica espectacular pero justo ahora no puedo aceptarlo— 

La nipona pelinegra no dudó en abrazar a la rubia, darle una palmaditas en la espalda y decirle —"No te preocupes, todo esta bien" 

Sana no quería rechazar a Mina pero tampoco quería que todo fallara por su culpa. —Déjame recuperar, te prometo que trabajaré para mostrarte la mejor versión de mi— la rubia rompió el abrazo para mirar directamente a los ojos de su compatriota mientras esta tomaba entre sus manos el rostro de la rubia y con sus dedos pulgares limpiaba aquellas lagrimas que aun caían por su rostro. —Solo dame tiempo, iré a terapia, haré bien las cosas.

—Sana— llamó la chica levantando su rostro para que la viera —Yo por ti esperaría toda la vida— le regaló la sonrisa más sincera que la rubia había visto en su vida, se acercó y con delicadeza dejó un beso en la frente de la rubia para luego abrazarla con tal cariño que la hiciese sentir amada y protegida.

....

Pasaba un mes desde todo aquello el proceso no era nada fácil, no sabia cuanto tiempo tardaría en recuperarse, tenía miedo de perder a Mina en el transcurso de todo aquello.

Pensamientos como "¿y si aburre de esperar? ¿Y si no soy lo que esperaba? ¿Si conoce a alguien más? ¿Si conoce a alguien mejor que yo, me dejará?" Tontos y absurdos pensamientos venían a su mente, la terapia era de ayuda pero su inseguridad la seguía tanto como su sombra, era un monstruo del cual no se podía deshacer.

Ahí estaba ella saliendo de su consulta, apenas puso un pie fuera del lugar llamado consultorio vio como la nipona de pelo negro se ponía de pie de uno de los asientos. Tal y como lo prometió Mina, estaba ahí, siempre cada viernes la acompañaba a sus sesiones de terapia y esperaba pacientemente en la sala de espera durante sesenta minutos.

Mina hacía todo pero ¿Por qué sentía que no era lo correcto? Para Sana, Mina daba más de lo que ahora ella podía darle, si bien estaba comenzando a "mejorar" algunos aspectos o eso le dijo su psicóloga, sentía que era una carga. Le abrumaba pensar que era un peso para la nipona pelinegra, ella ni siquiera se sentía lo suficiente bonita, ni la más inteligente ¿Que le veía Mina? 

Sana lloraba en secreto, no quería seguir preocupando a Mina, aunque la realidad es que ella si se daba cuenta.

—He traído nieve de tu sabor favorito— la nipona pelinegra alzó uno de sus brazos para mostrarle un pequeña bolas donde había dos botes de nieve. la rubia le sonrió y fue hacia ella para darle un abrazo. 


...

Día tras día, no había algo fuera de lo normal al menos no para ninguna de las niponas que ahora estaban viviendo en su burbuja donde solo ellas existían, un café, un almuerzo y un parque eran más que suficiente para ambas.

Mientras que para la taiwanesa su vida ya no era normal, al contrario, era un completo desastre. Luchó contra su ego y narcisismo durante las últimas semanas para no ir en busca de la pelirrubia, tenía la esperanza de que regresara en unos de esos días, sin darse cuenta salía de la escuela a toda prisa hacía directo a su casa solo para preparar comida que sabía le gustaba a la otra chica, aunque esta nunca llegaba. Eso de tirar comida comenzaba a ser parte de su rutina, ya ni siquiera salía por el temor de que Sana volviera y ella no estuviera ahí.

—¿Quien es la tonta ahora?— se preguntó así misma con repudió, enojo junto a una mezcla de frustración sola luego de romper el plato que contenía la comida preparada que obviamente ni siquiera ella tocó. Quería buscarla, se moría por buscarla decirle que sin ella no era lo mismo, que la necesitaba, pero no, su orgullo no la dejaba y odiaba aquella situación.




(Not) Us /SatzuWhere stories live. Discover now