4. Desagradable

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El olor a alcohol inundó sus fosas nasales, era desagradable, le picaba la nariz y apestaba demasiado para su gusto, pero era un sacrificio que estaba dispuesto a aceptar. Cualquiera lo haría si de curar a un amigo "muy cercano" se tratara, ¿no?

—No te muevas, Mamoru-kun —pidió Takemichi mientras presionaba el húmedo algodón sobre el labio roto de Mamoru.

¿Qué si sabía lo que hacía? Obvio no.

Takemichi no era experto y mucho menos sabía de primeros auxilios, a decir verdad era un total fracaso, lo cual resultaba una ironía tratándose de él.

Sí, tal vez en sus peleas en la pandilla siempre recibía más que insultos de sus adversarios, pero vamos, ¿quién se molestaría en aprender a curar sus heridas si tenía a su fiel compañero, Chifuyu, que siempre curaba sus golpes y las de otros dos de sus amigos después de una pelea? Además, siempre había un rubio que le protegía la espalda e impedía que le partieran la cara en cada oportunidad, y ese no era otro que el propio Mamoru Satō.

¿Era correcto? Probablemente no, pero no es que pudiera hacer mucho. Después de todo, el Satō siempre hacía lo que quería.

—¡Auch! Eso duele, Takemicchi —se quejó Mamoru.

—Lo siento mucho —musitó con voz suave y apartó el algodón de la herida—. No entiendo por qué Manjiro Sano te atacó si sólo era una clase de deportes. Fue muy agresivo.

Cómo era de esperarse, la expresión del Hanagaki era entre molesta y confundida. ¿Y cómo no? Si el salvaje rubio había atacado a su amigo sin ninguna razón. ¿Acaso había perdido la cabeza?

El Satō se dedicó a observar al Hanagaki en silencio, como queriendo leer algo en los ojos ajenos, pero ¿qué?

—No le gusta perder.

La respuesta no conformó al ojiazul. ¿Qué no le gustaba perder? ¿Y a quién si? Pero no por eso se podía ir por la vida tirándole los dientes a medio mundo, ¿cierto?

Bueno, Manjiro sí que podía y lo haría.

—No me importa. Se comportó como un lunático. —Takemichi frunció el ceño molesto y estrujó, sin darse cuenta, el algodón. Mamoru lo miró complacido, parecía todo ser como él quería—. Si no hubieran intervenido entonces...

—Nada hubiera pasado, Takemicchi. Soy fuerte y puedo defenderme.

Takemichi fue incapaz de llevarle la contraria al rubio, pues sabía que decía la verdad.

Porque si se tratara de apostar, él elegiría a Mamoru antes que a Manjiro Sano. Así era su fuerza.

—Además, te tengo a ti para que me cuides. —La voz melosa de Mamoru logró sonrojar a Takemichi—. No tengo miedo de nada.

Takemichi, como el chico inexperto que era, no supo que responder, pero ¿quién podría culparlo? Desde que conoció al Satō su corazón no hacía más que acelerarse.

—No digas eso —desvió la mirada, avergonzado. Su rostro ardía tanto, que estaba seguro podría freír un huevo en su frente—. Alguien podría malinterpretarlo.

Mamoru sonrió de lado al mirar la reacción del ojiazul. Era como un libro abierto que sólo él podría leer, y todo debía agradecerlo a Mikey.

Para pesar del ojiverde, un par de golpes en la puerta rompieron la atmósfera.

Así que, Takemichi pensando se trataba de la enfermera o algún profesor se alejó rápidamente del Satō y abrió la puerta.

Pero ¡sorpresa! Quién estaba del otro lado de la puerta no era otro que Manjiro y su amigo Draken.

Si no me recuerdas te muerdo ~Maitake♡~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora