18. ¿Cuál es tu deseo?

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Si había algo de lo que Mikey jamás pensó se preocuparía algún día en todos sus años de vida eran los problemas románticos. Le parecían simples, aburridos y una perdida de tiempo que bien podría aprovechar para cualquier otra cosa.

Nunca se vio a sí mismo suspirando por alguien o anhelando el amor y la atención de una persona en especial, mucho menos se imaginó querer tener una pareja, al contrario de su hermano mayor —quien, dicho sea de paso, era un total fracaso—.

Su vida se resumía en clases aburridas, risas y buenos momentos con sus amigos, peleas con otras pandillas, siestas siempre que podía, regaños de su mejor amigo y pasar tiempo al lado de su querido Takemichi.

O al menos así fue hasta la llegada de cierto impostor que puso su mundo patas arriba, lavando el cerebro de todo mundo y arrebatando a Takemichi de su lado.

Sin embargo, aun con todo en su contra, Manjiro debía agradecer al Satō por abrirle los ojos, pues era gracias a él y su molesta insistencia por pegarse a Takemichi, que finalmente se daba cuenta de sus sentimientos por el ojiazul.

Era fácil de entender; no quería perder su amistad con Takemichi y tampoco quería que este dejara de amarlo. Era egoísta de su parte, pedir no ser olvidado después de ser él quién rechazara al ojiazul, pero también merecía una oportunidad de ser escuchado, ¿no?

Manjiro esperaba su oportunidad para, finalmente, sacar de su pecho todas las palabras que estaban guardadas y que exigían salir cada vez que sus ojos se encontraba con los zarcos del Hanagaki, pues este, sin darse cuenta, volvía un caos su mente y su corazón.

Sabía que su camino para recuperar a Takemichi tampoco sería sencillo, porque si pensaba en el consejo que Emma le dió antes de también perder sus recuerdos, tenía dos opciones para recuperar a Takemichi; ser recordado por él o reconquistarlo.

Claro que la primera opción sería la más fácil, pero vencer los extraños y misteriosos poderes del desteñido no era tan sencillo como parecía, además de que pedirle amablemente a punta de patadas que volviera todo a la normalidad, tampoco era muy listo de su parte, no cuando el Satō era tan fuerte como para darle más pelea de la que desearía.

Sólo le quedaba reconquistar a Takemichi, pero existía un pequeño problema; ¡¿cómo había enamorado a Takemichi la primera vez?! No tenía ni la más mínima idea.

¿Qué era lo que le gustaba de él a Takemichi? ¿Sería su rostro? ¿Su apariencia? ¿Su fuerza? ¿Su voz? ¿Su actitud infantil y cariñosa? ¿Su manera de protegerlo? ¿Su manera de admirarlo? ¡¿Qué fue lo que lo enamoró?!

Entre más lo pensaba, menos lo entendía, pues como podía ser una cosa podían ser mil, o quizá ya ninguna.

Y si adivinar cómo conquistar el corazón de Takemichi era difícil, Mikey aún tenía que lidiar con que el desteñido del Satō era un completo impostor que sabía imitarlo a la perfección, y que, para su desgracia, lograba muy bien su cometido; tener la atención de Takemichi.

Todos los días, y sin excepción, Mamoru pasaba el día con Takemichi hasta que la noche llegara, si no es que a veces —y para fastidio de Mikey—, el desteñido pasaba la noche en casa del Hanagaki.

¿Qué pasaba con Mamoru después de un día normal de estar como chicle detrás de Takemichi? Era un misterio. Donde vivía o si dormía tampoco lo sabía —aunque no era algo que le interesara a Mikey—.

Quería detener al Satō en su propio juego y mostrarle que aun con sus poderes, Takemichi sólo lo querría a él. Pero cómo suele pasar, pensar es más fácil que actuar.

Manjiro no sabía el alcance del Satō y si este podría borrarle la memoria a él también, por lo que ser cuidadoso, fingir inocencia y no provocarlo demasiado era su mejor estrategia.

Si no me recuerdas te muerdo ~Maitake♡~Where stories live. Discover now