25. Hasta el último suspiro

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¿Qué puede ser mejor que disfrutar una pacífica tarde de películas, acompañado de la persona que más quieres?

El sonido de la película creando eco en la pequeña habitación, la romántica actuación reflejada a través de la pantalla, y la reconfortante compañía de Mamoru a su lado, disfrutando de la película, sentado entre sus piernas, mientras jugueteaba con el rubio y sedoso cabello del mayor le daba una tranquilidad difícil de explicar.

Era un momento digno de recordar para Takemichi.

O al menos así lo sería si la imagen de cierto rubio dejara de taladrar con insistencia en su memoria. ¿Por qué Mikey tenía que ser tan insistente hasta el punto de no dejarlo disfrutar el momento con su novio?

Odiaba admitirlo, pero su charla de esa mañana no lo dejaba tranquilo. ¿De dónde había sacado esa tontería? Demasiada imaginación, no había otra explicación. Era imposible que hubiera alguien capaz de borrar la memoria de alguien con sólo desearlo, ¿verdad?

—¿Sucede algo, Takemicchi? —La suave voz de Mamoru irrumpió sus pensamientos y lo devolvió de golpe a la realidad.

—¿Por qué lo dices, Mamoru-kun?

Fue un alivio para Takemichi que Mamoru no pudiera ver su expresión nerviosa, pues para su propia desgracia, era como un libro abierto.

—Has estado distraído toda la tarde y no pareces disfrutar la película —respondió con simpleza el Satō—. Si te aburre la película dímelo. ¿Quieres que busque otra?

—No, no se trata de eso.

—¿Entonces qué ocurre? —Interrogó curioso—. ¿Quieres hablar de algo?

Takemichi mordió su labio inferior, y movió sus dedos entre los dorados cabellos de Mamoru.

—Bueno, sobre eso… —Titubeó sin saber si era buena idea mencionar al Sano después de sus problemas—. Manjiro se acercó conmigo esta mañana, y dijo, bueno, un par de cosas.

— ¿Ah, sí? ¿Qué tipo de cosas? —Preguntó desinteresado sin apartar su mirada del televisor.

—Dijo un montón de cosas sin sentido. ¿Sabes? Creo que es mejor olvidarlo.

Tan rápido como un pestañeo, Mamoru se giró y miró fijamente al Hanagaki.

—Está bien, Takemicchi. —Acercó su rostro a escasos centímetros del teñido—. Dime, ¿qué fue lo que te dijo Manjiro?

Había algo en esa insistencia que no le gustaba. ¿Por qué parecía tan interesado en lo que dijera Manjiro? ¿No lo detestaba?

De pronto las palabras de Mikey resonaron en su cabeza: “Takemicchi, la persona que estaba a tu lado y a la que tú querías no es Mamoru, siempre fui yo”.

—Él dijo que…—Negó con la cabeza y suspiró—. Él dijo que lo sentía y quería pedir perdón.

El Satō lo escudriñó con la mirada, buscando algún rastro de mentira en los zarcos.

—Ya veo. —Suspiró aliviado y acarició con dulzura las mejillas del Hanagaki—. Manjiro puede ser demasiado insistente cuando se lo propone, pero trata de no ser tan rudo con él. No lo vale.

Takemichi apartó la mirada, incapaz de continuar sosteniendo su mentira. Sabía que la confianza lo era todo en una pareja, pero ocultar la conversación de esa mañana y lo cerca que había estado de Manjiro no le haría daño a nadie, ¿verdad?

¿Por qué simplemente no hablaba de la charla extraña de esa mañana entre el Sano y él? Era una total locura y algo de lo que seguramente Mamoru se reiría, ¿verdad?

Si no me recuerdas te muerdo ~Maitake♡~Where stories live. Discover now