Capítulo 24

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Capítulo 24



06 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



La tormenta duró tan solo media ahora, tiempo suficiente como para que toda la zona quedase totalmente embarrada y el recorrido de regreso resultase tremendamente complicado. Milo propuso la posibilidad de esperar hasta el amanecer, cuando el sol calentase el suelo y se pudiese avanzar sin problemas. Yo, sin embargo, prefería volver cuanto antes. En aquella zona de la reserva no había cobertura y me asustaba el pasar toda la noche allí.

Así pues, a pesar de que Milo no parecía demasiado convencido de ello, decidimos rehacer el camino de regreso, hazaña que nos llevó prácticamente una hora. Los caminos estaban tan encharcados y la tierra tan embarrada que resultaba casi imposible avanzar. Por suerte, armados con las luces de los teléfonos y sin bajar la guardia en ningún momento, fuimos bordeando los distintos puntos, dibujando eses alrededor de todo el bosque hasta alcanzar el río. Atravesamos el puente de piedra, esta vez prácticamente a gatas, pues era tan resbaladizo como el hielo, y una vez en el otro extremo, avanzamos hasta el campo de menhires. Allí, para nuestra sorpresa, encontramos a un par de forestales que nos estaban buscando.

Pude ver el alivio en sus caras cuando nos identificaron. Ambos abrazaron a Milo en tono paternal, me preguntaron varias veces si estaba bien y nos escoltaron hasta el todoterreno.

No se alejaron hasta vernos arrancar y volver al camino.

—Ya nos daban por muertos, ¿o qué? —preguntó en tono sombrío cuando los perdimos de vista por el retrovisor.

El silencio de Milo fue más que suficiente para que sintiese auténticos escalofríos.



Volvimos a San Rafael, pero no a mi casa, ni tampoco a la suya. En lugar de ello, conscientes de que necesitábamos algún lugar mínimamente seguro y tranquilo en el que poder conversar, optamos por ir a la casa de Natalia. A aquellas horas de la madrugada estaba dormida, pero una llamada previa a nuestra llegada bastó para que nos estuviese ya esperando en la puerta cuando llegamos.

Parecía sinceramente preocupada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó en tono lúgubre al vernos aparecer—. Dios mío, Elisa, ¿eso de tus piernas es...?

—Sangre seca, sí. —Sonreí sin humor. Hacía rato que las raspaduras habían empezado a escocerme y la sensación era bastante desagradable—. Espero que no te importe que pase primero por el baño...

Hice una parada inicial en el servicio para limpiarme y tratar de curarme las heridas. Los arañazos eran bastante más profundos de lo que había creído inicialmente, de ahí a que tuviese la pierna totalmente manchada de sangre seca. Por suerte, no necesitaban puntos, por lo que me limité a limpiar las heridas en profundidad y echarles un poco de yodo. El aire y el tiempo harían todo lo demás.

Después me limpié las manos y los brazos, descubriendo mucha más sangre y tierra en ellos de lo que esperaba. Incluso tenía tierra en la cara y el pelo, aunque aquello tenía bastante peor solución. Me lavé cuanto pude, sin llegar a mojarme la melena, y ya algo más limpia salí al salón, donde descubrí que Natalia le había dejado unos pantalones y unas zapatillas de Cristian a Milo.

Unos pantalones que yo misma le había regalado.

Permanecí unos segundos mirándola, impactada ante la mera visión, y fui a la cocina en busca de una cerveza. Teniendo en cuenta lo que había pasado, no era la mejor opción, pero sinceramente, llegado a aquel punto, o me echaba a la bebida o saltaba por la ventana.

El renacerWhere stories live. Discover now