Capítulo 60

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03 de enero de 2023, San Rafael, los Pirineos



Seguían sin aparecer. Noche tras noche había seguido yendo al Mesón de los Corderos, ansiosa por poder reencontrarme con el trío de jubilados, pero no había logrado dar con ellos. Cualquiera diría que me estaban esquivando. Sin embargo, la verdad era mucho más simple.

—Armando se ha ido con su hija a Tarragona, no volverá hasta mediados de enero. Y Miguel y Ángel... pues andan en el pueblo, creo. A Miguel le he visto con su nieta, así que doy por sentado que está su hijo en casa, y Ángel anda enfermo. Ha cogido una gripe bastante fuerte.

Una explicación más que lógica que, por no haber preguntado, me hizo pasarme las noches en soledad, sentada en la barra del local cerveza en mano a la espera de su llegada.

Di por sentado que debían pensar que era una alcohólica.

El día cuatro volví a incorporarme al trabajo. Bea seguía de vacaciones hasta después de los reyes, por lo que salir de casa y poder descansar un poco de ella y de mis padres resultó de lo más agradable. Natalia seguía sin volver, así que pasábamos gran parte de los días en la casa familiar, escapando de la soledad y los recuerdos de la casa de los Soler. Lamentablemente, todo apuntaba a que iba a tardar en volver, si es que lo hacía. No parecía muy por la labor. Estaba totalmente concentrada en la causa contra Roberto Garrido, y no desechaba la idea de viajar hasta París para conseguir más datos.

Estaba dispuesta a todo.

Los días sin ella se me hicieron largos. Siempre me habían gustado las navidades, pero en San Rafael no había gran cosa que hacer. Por suerte la normalidad estaba a punto de volver, y el regreso a la reserva sirvió para que recuperase un poco el ánimo, además de los horarios.

—Venga, Martín, coge el pasamontaña y el abrigo, ¡nos vamos al pico del Buitre de visita! —me animó Quiroga nada más llegar.

Y para allí que nos fuimos.

Invertimos los dos siguientes días en recorrer la reserva, y más en concreto, el pico del Buitre. Una zona elevada y escarpada en cuya loma encontramos una auténtica acumulación de nieve y hielo que dificultaba el acceso. Habían solicitado la colaboración de los forestales para intentar limpiar las vías de acceso, pero incluso así estaba siendo complicado. Aunque no había vuelto a nevar, las temperaturas eran demasiado bajas como para que mejorase. Habría que esperar.

Quiroga tenía especial interés en el pico para poder obtener imágenes con las que cartografías el terreno. Al parecer, durante las navidades había habido un movimiento de tierras que había provocado una importante avalancha. Por suerte, no había habido heridas, durante aquel periodo la reserva había estado cerrada, pero había cambiado notablemente el paisaje del entorno. Por el momento la nieve no daba pistas de cuál sería el resultado, pero todo apuntaba a que el pico del Buitre iba a mostrar una nueva cara a partir de la primavera.



El día seis fue festivo nacional por la llegada de los Reyes Magos, por lo que no fui a trabajar. Me quedé en casa con Bea, abriendo los ocho regalos que le habían traído. Al parecer, la niña se había portado muy bien aquel año. Demasiado bien, diría yo. Cosas de ser la única pequeña del grupo: Laura y Milo sumaron sus regalos a los nuestros, y para cuando quiso darse cuenta, estaba rodeada de paquetes de colores.

Con los adultos los Reyes no fueron tan generosos. Apenas se acordaron si quiera, pero no importó. Aquel año todos habíamos recibido el mayor de los regalos y con eso nos bastaba.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora