Capítulo 25

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Capítulo 25



06 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



El paseo nocturno por San Rafael me sentó bien. No diré que no estaba un poco intimidada por el silencio casi absoluto de la noche, sería una mentira rotunda, pero sentir el aire fresco en la cara me despejó. Quizás Natalia tuviese razón al decir que últimamente estaba bebiendo mucho. No es que tuviese un problema, pero era innegable que me apoyaba en el alcohol para intentar suavizar todo lo que me estaba pasando. Era una forma de intentar evadirme de la cruel realidad...

Pero cuando el efecto desaparecía, volvía a abofetearme con tanta violencia que me sorprendía a mí misma que no hubiese salido corriendo. Después de lo de aquella noche, no debería haber hecho otra cosa. Aquella visión, el hombre corriendo hacia mí, el disparo...

Todo parecía producto de un sueño. No entendía muy bien el motivo, pero cuanto más rato pasaba desde lo ocurrido, más retorcido se volvía el recuerdo. Lo que horas atrás había sido una vivencia, ahora estaba adquiriendo tintes de sueño, algo que me confundía enormemente. Si anteriormente había estado convencida de lo que había pasado, ¿cómo era posible que ahora tuviese aquella sensación de irrealidad?

Quise pensar que era mi mente, que intentaba protegerme del trauma, pero sinceramente, ya no sabía ni qué pensar. Con suerte, con unas cuantas horas de sueño lo vería todo más claro.

Saqué las llaves del bolso, abrí la verja y, a punto de entrar en casa, mi padre me sobresaltó apareciendo del fondo del jardín. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero me estaba esperando, y estaba preocupado.

Tan pronto me vio, acudió a mi encuentro para darme un fuerte abrazo. Seguidamente, tras cogerme de las mejillas para besarme la frente, volvió a estrecharme contra su pecho, tal y como en tantas ocasiones había hecho de pequeña.

—Nogueira me ha avisado, ¿estás bien? He intentado contactar con Dávila, pero no ha habido manera.

—Estoy bien, sí. Entiendo que Nogueira era uno de los forestales que nos ha encontrado, ¿me equivoco?

—Lo era, sí, y además de tu salvador es un buen amigo. Alguien de confianza. —Respiró hondo—. Cuando me dijo que te habían visto con Dávila en el coche y que después habíais desaparecido... cielos, creía que me iba a dar algo, te lo juro.

Mi padre me acompañó dentro. Se le notaba sinceramente preocupado incluso después de mi llegada, por lo que preferí quedarme con él en el salón un rato, charlando. No estaba demasiado acostumbrada a aquellas muestras de afecto, era una de las consecuencias de vivir prácticamente sola, pero lo agradecía. De vez en cuando era agradable notar el calor de la familia.

—Las tormentas de verano son bastante habituales en el Valle de los Ecos. Se debe a la altura a la que se encuentra, en comparación con el resto de la reserva, está muy abajo, lo que provoca que los niveles de humedad se disparen. En consecuencia, el choque térmico es prácticamente continuo: cuando no hay tormentas hay niebla. Y si hablamos ya de invierno... en definitiva, que no es un lugar demasiado amigable.

—En cuanto empezó a llover, Milo dijo de ir a uno de los refugios. Ni tan siquiera se planteó el volver al coche, fue directo.

—Hizo lo que tenía que hacer —confirmó—. Cuando el clima cambia, hay que buscar un techo bajo el cual resguardarse y esperar a que pase la tormenta.

—¿Por la carga eléctrica?

Mi padre me miró de reojo, pensativo. Seguidamente, sacando una cajetilla de tabaco del cajón de la mesilla de las revistas, sacó un par de cigarros.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora