Capítulo 57

90 17 13
                                    

28 de diciembre de 2022, San Rafael, los Pirineos



A ella sí que la abracé. Sabía que no le gustaba mucho el contacto físico, pero me alegró tantísimo verla de regreso que no pude evitarlo. La levanté a peso.

—¡Ay, por Dios, suelta! —exclamó, rehuyendo de los besos que intentaba plantarle en la cara—. ¡Pero qué pesada, suelta! ¡Que solo me he ido unos días!

—¡Pero te he echado de menos! —aseguré a voz en grito.

Natalia no estaba de buen humor. O quizás sí, pero si era así, no lo mostraba. Parecía contenta de verme de nuevo, pero a la vez estaba muy seria. Preocupada quizás... pensativa.

No tardé en darme cuenta de que quería decirme algo. Yo no paraba de contarle las cosas todo lo que había pasado aquellos días y lo bien que me lo estaba pasando con Beatriz, pero ella apenas me escuchaba. Algo le rondaba la cabeza.

Algo que no tardó en decirme.

—Ayer me llamó Javier Robles —dijo de repente.

—¿Javier? ¿El policía?

Aquel imprevisto me sorprendió. No contaba con ello, la verdad. Hasta donde yo sabía, todo había sido bastante tranquilo en los últimos meses, por lo que no entendía qué podía querer hablar con ella. No obstante, quería saberlo.

—He quedado con él dentro de una hora, y quiere que vengas tú también.

—¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué te ha dicho?

—No me ha querido decir nada... pero dice que nos va a gustar.




Una hora después entramos en la comisaría. Javier ya nos estaba esperando en su despacho, por lo que no tuvimos que esperar. Ivana nos pidió que entrásemos directamente y, una vez dentro, cerró la puerta.

El subcomisario nos invitó a que tomásemos asiento. Su despacho no era gran cosa, poco más que archivadores, el escritorio y sillas, pero tenía un cuadro bastante llamativo colgado a sus espaldas de un perro uniformado de policía con fondo amarillo.

Curioso, cuanto poco.

—¿Un café, chicas? —preguntó, poniéndose en pie.

Ambas respondimos al unísono.

—No.

Javier volvió a sentarse y asintió. Nos miró a ambas, sintiéndose un tanto intimidado por nuestras expresiones, que no eran demasiado alegres precisamente, y entrelazó las manos sobre la mesa.

Sonrió tranquilizador.

—Tengo buenas noticias para vosotras —anunció—. Y sé que os va a impactar, así que ya de antemano os pediría tranquilidad. Dejadme que os lo cuente todo, ¿de acuerdo? Hasta el final, después ya me preguntáis lo que queráis.

No nos opusimos. Por el modo en el que el ceño de Natalia empezaba a fruncirse comprendí que se estaba poniendo nerviosa, por lo que le insté a que hablase. A ninguno de los dos nos interesaba que Soler perdiese la calma.

—Sé que vosotras dos estáis detrás de la investigación que inició Ivana sobre Roberto Garrido. No sé aún cómo pudisteis llegar a la conclusión de que él podía estar implicado en el asesinato de Cristian, pero confío en que algún día me lo expliquéis.

—Es demasiado complicado —me limité a decir.

—Puede, pero no soy del todo estúpido, así que podré hacer un esfuerzo para intentar entenderlo. —Me sonrió, mordaz—. La cuestión es que, como ya sabéis, Ivana lanzó una consulta a los hoteles de los pueblos de los alrededores al respecto. Solicitamos que revisaran sus archivos y chequearan si él o su mujer se habían hospedado en sus negocios. Además, les hicimos llegar la matrícula del vehículo asociado. Lamentablemente, no recibimos ninguna respuesta positiva: no se había alojado en ningún hotel.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora