Capítulo 44

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Capítulo 44



26 de agosto de 2022, San Rafael, los Pirineos



Los resultados toxicológicos evidenciaron que había bebido cerveza, pero nada más. Ni había tomado sustancias, ni tampoco medicación. Bueno, en realidad no sabía si eso se podía ver en el análisis que me hicieron, pero di por sentado que sí. No había nada en mi contra a parte de alcohol en sangre y, probablemente, algún que otro problema mental.

Menudos genios.

Javier no podía obligarme a que asistiera a terapia, pero me hizo prometer que al menos contactaría con la psicóloga del pueblo. Una mujer ya algo mayor recientemente llegada a la que, al parecer, asistía gran parte de la comisaría.

—Se llama Eugenia y le he avisado de que la llamarías mañana. Te mandaré su número por mensaje, ¿de acuerdo? Por el bien de todos, llámala.

Le aseguré que lo haría y salí de la comisaría, donde Natalia me esperaba desde hacía una hora. Hacía ya casi dos semanas que no nos veíamos, desde antes del viaje a La Galera, de hecho, y al verme me abrazó. Supongo que era por la preocupación, o quizás porque se alegraba de verme. No lo sé. La cuestión es que correspondí a su abrazo y permanecimos unos segundos unidas en silencio, bajo el manto de estrellas.

—¿Qué ha pasado?

—Creo que se me está yendo la cabeza.

—Ya, esa es la versión oficial, pero ¿y la real?

Me cogió de la mano y nos alejamos de la comisaría, hasta una de las calles paralelas. Una vez allí, caminamos bajo la luz de las farolas, la una junto a la otra. A aquellas horas de la noche ya no había prácticamente nadie en la calle. Como mucho alguna luz encendida en alguna ventana, pero nada más. San Rafael dormía.

—Empiezo a no tenerlo del todo claro —le confesé—. No sé qué me está pasando, pero tengo miedo.

—¿Por ti o por Bea?

—Sobre todo por ella. Diría que, por ambas, pero sería falso: es ella la que realmente me preocupa.

—¿Por qué?

Quise explicarle mis temores, pero eso implicaría confesar lo que había pasado con Luís y no quería compartirlo con ella. Sabía cómo era Natalia, más allá de su armadura de hierro había una persona muy emocional y no quería que mi experiencia pudiese afectarle. Además, era algo demasiado íntimo. Un recuerdo único que, cuantos más conocieran, menos personal sería.

Entonces, teniendo en cuenta que quería preservar mi silencio... ¿cómo responder sin mentir? No se lo merecía, de eso estaba segura. Natalia había venido a buscarme y, aunque solo fuera por eso y por la sangre que le unía a Cristian, no quería engañarla. Lamentablemente, no me dejaba muchas opciones.

—No quiero que le pase nada —sentencié, tratando de no ahondar en el tema—, y creo que si sigo mucho más tiempo aquí, acabará sufriendo.

—Bueno, a no ser que tengas motivos fundados para pensar eso, no tiene mucho sentido. No obstante, ten presente que en breve tendrá que volver al colegio, así que vuestra aventura aquí llegará a su fin. ¿Cuándo tienes pensado volver?

Cogí aire antes de responder. Era fácil, en septiembre: la niña tenía que incorporarse a mediados y por lo tanto teníamos que volver. Era el final de las vacaciones...

Pero si realmente era tan fácil, ¿por qué no era capaz de dar una respuesta inmediata? ¿Por qué había tantas dudas en mí? ¿Por qué había permitido que un colegio elitista como Les Arts me conquistara? En el fondo, no podía luchar contra lo evidente: quería quedarme. No sabía cuándo había nacido aquel sentimiento en mí, si antes o después del encuentro con Cristian, pero tenía que quedarme allí. San Rafael era mi hogar, la reserva mi trabajo soñado, y el volver a encontrarme con él, uno de los pocos sentidos de mi vida.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora