[ESTA HISTORIA ES UN BORRADOR]
Trabajar en una morgue nunca fue algo tan terrorífico como lo que Emily está a punto de vivir.
¿Estás lista para entrar a un mundo lleno de tentaciones?
¿Crees que conoces a la gente que te rodea?
¿Crees que te conoces...
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— Parezco un muerto... — acaricio mis ojeras.
— Así te sentirás conectada con tus clientes — Jayden se ríe a mis espaldas.
— No es gracioso, no hagas bromas sobre eso.
Levanta las manos en señal de rendición y se va a la cocina. Tengo una cara horrible y, aunque mi trabajo no sea precisamente un club de ocio... odio verme así, sin confianza, apagada.
Me visto rápidamente con ropa completamente negra: unos leggings y una camiseta larga, algo cómodo. Luego voy a la cocina para prepararme un termo de café bien cargado.
— Aquí tienes, princesa — Jayden me entrega el termo y me da un beso suave en los labios.
— ¿Has ido a buscar trabajo?
— Sí, y volveré hoy. — Lo miro; me está mintiendo, es evidente.
— Jayden, necesito que te tomes esto en serio. No me queda nada de mi sueldo para fin de mes...
No contesta, como de costumbre cada vez que saco el tema del dinero. Decido no insistir y salgo hacía el apartamento.
Empecé a salir con él cuando estudiábamos. Era la envidia de todas las chicas. Tenía al capitán del equipo de fútbol a mis pies, pelo castaño, ojos verdes y un cuerpo esculpido por los mismos dioses.
¿El problema? No sé cuándo caímos en la monotonía. Él no trabaja y yo me parto la espalda para poder seguir pagando la casa. No hacemos planes de pareja. La magia se apagó más pronto de lo que pensaba.
Trato de relajarme poniendo Lana Del Rey en el coche. Amo escuchar canciones lentas cuando voy al trabajo. Me gusta decir que es mi ritual matutino.
— Buenos días, señorita Smith — Johnny, el aparcacoches, me saluda cuando llego.
— Buenos días, Johnny — le entrego las llaves y entro al edificio.
Nunca llegué a entender por qué contrataron a alguien para aparcar los coches. Es una maldita morgue y, aunque nos consideren los mejores, sigo pensando que es innecesario.
— ¡Emm!
Me giro hacia el grito con una sonrisa. Madison aparece con sus rizos rubios completamente despeinados, una carpeta en la mano y una bata blanca.
— Madison. — Espero a que me alcance — ¿Qué tenemos hoy?
— Una niña — me entrega la carpeta — ha muerto asfixiada por su padre, tiene signos de violencia y abuso.
Comienzo a mirar la carpeta, y ver las fotos, es horrible y repulsivo saber que un padre es capaz de hacer esto.
— Hijo de puta... — susurro.
— Sigo pensando que a estos violadores deberían cortarles la poll...
— ¡Emily! — El director me grita desde la puerta de su despacho — ¡Ven aquí ya!
