Capítulo 36

23K 3.1K 11.8K
                                    

Francia es uno de los destinos turísticos favoritos de la gente a nivel mundial, en lo personal me gusta mucho andar por las calles, y teniendo a Hans y Hunter detrás he podido disfrutar de un buen té a veinte minutos del puerto de Marsella. Todo esto lo he hecho, claro, mientras mis compañeros se preparan y siguen los pasos de la Bratva, cosa que no saben los rubios enormes que me vigilan.

―Votre croissant, mademoiselle. Voulez-vous autre chose? ―dice el camarero, deja el croissant en la mesita, junto a mi taza de té.

―Eso es todo, muchas gracias ―respondo con suavidad, retrocede de inmediato y me dedica una inclinación de cabeza antes de alejarse.

He estado vigilando desde mi lugar un coche que me siguió desde que llegué a París, Hans y Hunter están preocupados, pero yo no, si fueran las japonesas ya habrían atacado.

Dudo, pero me inclino hacia delante y hago un gesto al coche, una invitación silenciosa que podría pasar desapercibida para cualquiera que no me esté mirando y tenga segundas intenciones.

―Mierda ―gruñe Hunter apenas un hombre abandona el vehículo. Recto la espalda de inmediato, conozco a ese hombre vestido con un traje blanco, he follado con él alguna vez.

―No saquen sus armas a menos que sea necesario ―digo sin mirar a los rubios.

Espero a Alessandro en mi lugar ,lo siguen dos hombres con lentes oscuros.

―Dama Rusa ―dice en italiano.

―Capo ―digo con un asentimiento de cabeza. Me levanto sin temor, le ofrezco mi mano y deposita un beso delicado en el dorso de esta―. Siéntate conmigo, tengo curiosidad ―admito y vuelvo a sentarme, sus ojos siguen la curva de mi abdomen.

―Supongo que sí, no sabía si saldrías corriendo al verme ―, se sienta frente a mí con elegancia, les echo una miradita a Hans y Hunter, tienen los ojos fijos en los acompañantes del Capo de la mafia italiana.

―No creo que quieras matarme, eso era cosa de tu padre ―confieso y bebo de mi té―, ¿pedirás algo?

―Estoy satisfecho ―niega. Me analiza con sus ojos marrones, luce concentrado en mi rostro y mi vientre―. Te debo una disculpa, de parte de mi padre.

―Y yo te debo una, de parte de mi esposo ―, sonrío con malicia, Eloah se arrancaría todo el cabello antes de disculparse. Alessandro parece saberlo, pues sonríe también.

―Eres una persona civilizada, creo que conversando podemos llegar a algo concreto―, se inclina un poco hacia delante, alzo una ceja y me cruzo de brazos.

―Te escucho ―susurro.

―No quiero tener de enemigo a Eloah, somos jóvenes, estamos comenzando a liderar nuestras mafias ―comienza―, y por sobre todo, no tengo interés hacerte daño ―. Relamo mis labios y lo analizo.

―¿Por qué?

―Me gustas―admite.

―Lo supuse ―, muevo un pie, el tacón produce ruidos contra el cemento―. Supongo que podemos llegar a un acuerdo, a menos que quieras asesinar a Eloah.

―¿Te importa acaso?

―Es mi esposo, el padre de mis hijos ―digo con frialdad―, si lo matas estarás condenándome a muerte también.

«Y se condenaría a sí mismo, porque lo cazaría cómo un cazador a un maldito animal».

Alessandro guarda silencio, mira el anillo en mi mano y luego mi vientre, parece pensar algo, está planeando, lo noto en la forma que sus ojos se enfocan en un punto fijo.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora