Capítulo 33

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Tres semanas después

Abro los ojos de golpe y mi primera intención es sentarme, pero el brazo tatuado de Eloah me retiene por la cintura, entreabre los ojos en medio de la noche y me acurruca contra su cuerpo. Lo busco desesperadamente, me abrazo a él necesitando que me sostenga.

―Shh ―emite, arrugo los párpados y exhalo muy suavemente. Sus caricias en mi nuca me hacen estremecer.

―Búscalo ―pido en un susurro, mi voz se rompe de la peor forma, hundo el rostro en su pecho, puedo sentirlo empuñando sus manos contra mi cuerpo.

―Lo encontraré y suplicará que lo mate ―susurra contra mi oreja, cierro los ojos y enredo mis piernas entre las suyas―, lo juro, bestia, va a pagarlo.

Asiento y cierro los ojos, tengo tanto sueño, y es tan incómodo dormir con el vientre de casi cuatro meses, pareciera que tuviera unas seis semanas más.

Y de pronto una puerta es abierta en el primer piso. Me quedo helada, siento los músculos de Eloah tensarse. Echo la cabeza hacia atrás, encuentro sus ojos en medio de la oscuridad, y podríamos movernos, pero es rápido, la puerta del cuarto se abre y la luz se enciende.

Me cubro los senos con la sábana, Eloah me cubre con su cuerpo, pero no son japonesas o italianos.

―¡Perdón, pero Queenie tiene contracciones! ―grita Oksana con histeria, lleva pijama y está despeinada― ¡No hay doctores! ―Miro a Eloah y me froto el rostro.

―Bien ―gruñe, no luce contento por haber sido sacado de su paz―. Ve y prepara mi equipo médico ―ordena de mala gana, Oksana corre fuera del cuarto.

Y el Boss, el señor de la mafia rusa, jefe de la Bratva y el hombre más poderoso de toda Rusia, se abraza a mí y gruñe sin ánimos.

―¿Por qué no podía ser en el día? ―se lamenta.

―Son los actuales herederos de la mafia rusa ―le recuerdo, alza la mirada y frunce las cejas.

―No hasta que sean bautizados por la Bratva ―susurra y besa mis labios antes de ponerse de pie―. Puedes seguir durmiendo.

―Gracias, pero no pienso perderme esto ―. Me pongo lo que encuentro al alcance, me siento a ver cómo se viste sin apuro―. ¿Por qué estás tan relajado?

―Viven cerca, en dos minutos estamos allá ―, sonrío y lo sigo fuera de la habitación cuando está listo. Y es verdad, llegamos en un santiamén.

La casa de King y Queen es un desastre, Daniell corre buscando no sé qué, Andrey luce somnoliento preguntando si hay algo para comer y King sigue a su esposa que camina y da brinquitos mientras respira con rapidez.

―¡Sácalos! ―le grita a Eloah.

―Los partos no funcionan así, Queenie ―menciona él con absoluta calma, sonrío con ilusión y acaricio mi vientre ya un poco redondito―. Dijiste que los tendrías de forma natural.

―¡Esa no era yo, hazme una cesárea! ―chilla con terror, vuelve a brincar agitando el vientre redondo que se carga, lleva un top deportivo y un short de pijama.

―Deja de agitarlos ―le pide King con desesperación.

―¡No me hables, tú...! ―suelta un quejido y se inclina hacia delante, se toca el vientre mientras cierra los ojos y lloriquea. King le frota la espalda y le quita el cabello de los costados del rostro.

Oksana sale de una sala, luce agitada todavía.

―Señor, las incubadoras están preparadas, ¿será cesárea o parto natural? ―pregunta y Queenie emite un jadeo intentando pararse recta.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora