Capítulo 40

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ADVERTENCIA: ESCUCHAR LA CANCIÓN DE MULTIMEDIA AL TERMINAR EL CAPÍTULO.



Artemisa


No es bonito estar embarazada ni pasar semanas en cama siendo vigilada por dos hombres enormes día y noche. Hans y Hunter no se turnan, si uno quiere dormir lo hace en el sofá frente a mi cama, lo que es tristemente incómodo.

―¿La ayudo, señora? ―Hunter se apresura en caminar a la puerta del baño, del cual voy saliendo tras tener un poco de privacidad al fin. Le permito tomarme del brazo, aunque no necesito ayuda, puedo caminar.

Hans acomoda las mantas de la cama para que pueda volver a tumbarme, le pongo cara de pocos amigos.

―No estoy enferma, solo embarazada ―les recuerdo de mala gana. Me tumbo con cuidado y cubro mis piernas desnudas, solo llevo un short y una camiseta de algodón que se adhiere a mi cuerpo como una segunda piel.

―De trillizos ―me recuerda Hans.

―Pero estoy bien ―insisto. Me froto el vientre con la palma extendida, siempre está muy duro, y los bebés no se mueven mucho, aunque lo hicieron cuando visité a Eloah hace tres semanas, como si les hubiese gustado oírlo tanto como a mí.

―Permiso ―, sonrío con alivio al ver a mamá asomar la cabeza dentro del cuarto―. Vaya, tantos hombres ―ríe y hace un gesto con la mano―. Tienes visita.

―¿Visita? ―interrogo. Sus cejas rubias se alzan cuando mueve los labios sin emitir ningún ruido.

―Es Tomás ―modula y entreabro los labios con sorpresa.

―Dile que pase ―, se encoge de hombros en respuesta y un par de segundos después, veo a mi ex novio en la puerta, analizando a mis guardias―. Está bien, déjenos solos.

―Debemos revisarlo antes ―asegura Hunter de mala gana. Tommy no se opone a que su cuerpo sea revisado de pies a cabeza antes de poder acercarse a mí una vez que nos dan privacidad.

―Te ves...

―Como un elefante ―completo, libera una sonrisa brillante y se sienta a mi lado, en el borde del colchón.

―No, no como un elefante ―, su cabeza se sacude ligeramente―. Te ves preciosa, en realidad.

―No mientas ―me quejo y me incorporo mejor en la cama para sentarme con la espalda recta―. ¿A qué debo esta visita? ―Sus labios tiemblan ligeramente, frunzo las cejas ante esa reacción―. ¿Tommy?

―Conocí a alguien ―dice de golpe. Muevo la cabeza, sí, mamá mencionó que lo vio con mi psicóloga―. La conozco hace años, es... es psicóloga en la central.

―Sí, me enteré de que eras su amigo ―aseguro.

―Ella me atendió cuando murió Christina, me atendía cuando estábamos juntos y todo eso... ―comienza a decir―, ya sabes, éramos amigos.

―Lo sé.

―No te engañé, ni nada...

―Tommy ―lo interrumpo, sus ojos verdes pino encuentran los míos al fin―. Lo sé, tranquilo.

Mueve la cabeza y libera un hondo suspiro.

―Nos casamos hace tres días ―. Ok, eso no me lo esperaba en absoluto. Abro la boca con impresión―. Vine a decírtelo porque te quiero, en serio, y no podía no compartir esto contigo. Fue rápido, le dije que se casara conmigo, ella dijo que sí, y no pensamos mucho antes de ir con un sujeto que...

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora