Capítulo 12

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  No hace frío, ni tampoco calor, pero hay mucho viento y eso me tiene la nariz fría. Me froto el cuello luego de una hora y media en el avión, al salir vi a Queen a la distancia, no la reconocí de inmediato, llevaba una sudadera blanca, lentes oscuros, la capucha puesta y además el abdomen se le abultó un poco, luce de seis meses o más, pero me parece que solo tiene cuatro o cinco.

Supe que era ella por los hombres que la acompañaban, dos enormes sujetos rubios casi albinos que vigilaban los alrededores sin parar, además de muchos más caminando por el aeropuerto, supe que eran de la mafia nada más reconocer la táctica de vigilancia, tenían un anillo de seguridad alrededor de Queenie.

Y ahora vamos caminando hacia el apartamento, me siento algo incómoda, pero intento quitarme el estrés de los hombros, aunque se me antoja un cigarrillo... No, lo necesito.

―Es un apartamento norme, seis habitaciones, una piscina en la terraza y hasta tiene sala de cine ―se emociona Queen―, aunque no es nuestro, es de Eloah, sé que King quiere comprarme una casa, cree que no me di cuenta ―ríe y le dedico una enorme sonrisa.

―¿Aquí en Kazán? ―pregunto.

―Sí, es que amo la ciudad, ¿viste esa infraestructura? ―dice con ilusión―. Además, los niños tienen que estar seguros.

―Lo sé ―replico de inmediato―. Si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme o cómo contactarme ―le advierto cuando entramos al elevador.

―Claro, espero no necesitarlo ―añade y mete las manos en los bolsillos de la enorme sudadera―. Oh, y... Bueno, está Eloah arriba, espero que no te moleste ―musita.

―Lo ignoraré ―aseguro y se echa a reír.

―Nadie ignora a Eloah sin que él ponga cara de culo―advierte―, pero supongo que no te molesta del todo verlo, de otra forma no habrías venido.

―Mira y aprende ―susurro, ignoro lo último que dijo, no voy a revelar ante ella ni nadie lo que tengo en la maldita cabeza. Me acomodo los lentes oscuros y miro mi reflejo, me veo bien, el maquillaje logró ocultar las ojeras, definitivamente.

Los nervios me toman cuando uno de los guardias se acerca a pasar una tarjeta en la caja de pisos del ascensor, presiona una secuencia de números de veo de reojo y memorizo sin querer, solo así el ascensor sube un poco más y las puertas se abren en un enorme recibidor.

―Vamos, King quiere hablar contigo y Daniell está emocionado de verte ―me dice Queen con ilusión. Escucho un ladrido, miro con interés cómo un perro blanco se lanza a saludarla, parándose en dos patas―. Él es Argos.

―Lindo nombre ―murmuro, el perro me mira y sigo a Queen, dándole una suave caricia en la cabeza al canino blanco, lo que provoca que me siga y me olfatee.

―¡King, llegaron! ―grita alguien. Queen me lleva a una sala de estar bastante espaciosa, con sofás enormes, un televisor gigante y alfombra de piel, la cual piso y remuevo, notando que es sintética.

―¡Avisen! ―chilla alguien, miro con interés y me levanto los lentes a la cabeza, viendo a un rubio con el torso marcado, lleva una toalla envuelta en las caderas y corre a un pasillo con todo el cuerpo mojado.

―¡Daniell, vístete! ―le advierte Queen―. Lo siento, son como niños. ¿Quieres algo para beber?

―Whiskey ―pido y me siento en un sofá, evaluando una fotografía que hay en la mesilla de centro. Hay dos niños, uno rubio que sonríe abiertamente y otro pelinegro que luce algo asustado o enfadado, es difícil definirlo.

―Son Eloah y Daniell ―dice Queen llegando a mi lado―. Eloah era precioso de niño.

―Le habrán hecho mal de ojo mientras crecía ―digo y se echa a reír dándome un ligero golpe en el brazo.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora