Capítulo 30

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Eloah


Soy un ruso, disfruto de temperaturas que rondan los veinte grados en el verano, incluso soporto esos extraños días en que el termómetro alcanza los treinta grados Celsius, pero esto...

―Mi señor... deberíamos salir con más frecuencia de Rusia ―jadea Oksana, se quitó la blusa hace un par de minutos, no conseguimos coches que nos trajeran a este lugar, al parecer es demasiado peligroso.

―Detesto las altas temperaturas ―le recuerdo. Tengo el cabello pegado a la frente y las sienes, mi camisa blanca está completamente mojada, se adhiere a mi cuerpo como una segunda piel.

Me detengo un momento para ver a mis hombres, todos ellos lucen igual de derrotados, pero se mantienen alerta a pesar del clima aplastante. Viktor, un amigo de Oksana, la mantiene hidratada constantemente, yo en cambio cargo con una jodida especie de cantimplora colgando del cinturón. Lo bueno es que mantiene el frío.

―Hoy es un mal día para ser un Krasnyye kryl'ya ―le dice ella a Viktor, eso lo hace sonreír a medias.

Los Krasnyye kryl'ya fueron masacrados en masa tras la caída de mi abuelo, Eloah Petrov, los quemaron en hogueras junto a sus esposas e hijos, pocos lograron huir y esconderse, otros se unieron a Dimitri y ayudaron a mi madre desde dentro. Con Viktor recogimos los cimientos, encontramos a cada uno de los que sobrevivieron, y supongo que mi nombre los hizo convencerse de volver.

Krasnyye kryl'ya, también conocidos como los Alas rojas, ellos están esperando encontrar a Dimitri para quemarlo en una hoguera como hizo con sus familias.

―¿Será ese el lugar, mi señor? ―señala Oksana. Llevamos cuatro horas caminando, espero que lo sea.

―Vamos ―la aliento.

Es una pirámide egipcia, no luce antigua en lo absoluto, y hay camellos atados a unas barras de madera clavadas al piso alrededor de la estructura.

Conforme más nos acercamos más grande es la pirámide, y me pregunto qué hace este idiota oculto en el nido de la mafia turca. Katia se encontró con nosotros hace unos días, mencionó no haber encontrado a Mijaíl, Andrey recibió a Karenina y al día siguiente nos encontramos con Kingsley y Queenie.

―¡¿Podemos descansar?! ―Ignoro a mi estúpido hermano, faltan unos quinientos metros para llegar. Y esa distancia es la que Andrey se pasa maldiciendo hasta que llegamos a la entrada―. Mataré a Mijaíl por esto ―jadea llegando a mi lado.

―Sin violencia ―reniego. Me quito la camisa sin desabotonarla, la tiro al piso mientras avanzo, más allá hay un hombre parado frente a la puerta metálica de color ébano, me giro para ver a todos― ¡No quiero peleas o disturbios, tomamos a Mijaíl y nos largamos! ―les aviso.

Oksana me sigue apresuradamente, se pone la blusa mientras me detengo frente al guardia que custodia la entrada.

―¿Nombre? ―pregunta, sus ojos están fijos en otro lugar, así que sigo la dirección de su mirada. Está viendo fijamente a Oksana por más que ella intente cubrirse correcta y apresuradamente con la blusa.

―Eloah Kozlov ―gruño, el color marrón de su rostro se vuelve un poco amarillento nada más oírme.

―No tienes acceso al Coliseo egipcio ―tartamudea. Giro ligeramente la cabeza para ver a Andrey, sus ojos celestes se oscurecen varios tonos al sonreír de forma asesina.

―Hazte a un lado, al Boss no se le tutea a no ser que quieras morir ―le gruñe Oksana, alzo una mano y retrocede un paso siguiendo mi orden silenciosa.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora