Capítulo 15

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Proceder con precaución


Karenina duerme profundamente en su cama, le deshice el peinado, le puse el pijama y la cubrí muy bien pues está lloviendo y, por lo que dijeron en la emisora durante el camino al apartamento, se trata de una tormenta eléctrica.

Salgo de su habitación tras apagar la luz, sobre su cama hay unas luces que deben de cargarse con la luz del día pues iluminan evitando que quede a oscuras.

Cierro la puerta desde fuera y suspiro profundamente. Camino sobre mis tacones a la sala, Eloah se está sirviendo una copa de whiskey y Oksana mete algunas cosas en un bolso, cosas que Queenie compró y dejó tiradas.

―Qué día ―susurro dejándome caer en el sofá, me froto el rostro y suspiro profundamente.

―Al menos todo salió bien ―me dice Oksana con una sonrisa―. Solo queda descansar, y... ―noto con curiosidad que mira a Eloah y luego a mí, él ni siquiera le presta atención―... Bueno, creo que me voy a mi cuarto... hasta mañana ―nos dice tomando el bolso para llevárselo.

―Buenas noches ―replico con una sonrisa forzada que, espero, se vea real.

―Descansa, Oksana ―le dice Eloah al pararse junto a mí, me ofrece la copa de whiskey que estaba preparando y la recibo. Me la llevo a los labios observando a la pelirroja desaparecer en el pasillo de las habitaciones. Bebo unos cuantos tragos antes de alejarla y relamerme.

Eloah se sienta a mi lado, se ve fuerte siempre, y muy arisco, pero luce cansado entre toda esa apariencia impecable.

―¿Cansado?

―Un poco ―confiesa, se sienta correctamente para quitarse una daga y una pistola de la pretina del pantalón, las deja en la mesilla de centro antes de comenzar a beber todo el whiskey.

―Oye, déjame un poco ―recrimino y le quito la copa de la boca, por suerte quedan unos dos tragos, los tomo rápidamente, los hielos caen golpeando suavemente mi labio superior, el cual relamo una vez he terminado.

Miro a Eloah, se le empapó el labio inferior por la forma en que le quité la copa, se relame y eso termina por convencerme de hablar, doy el primer paso.

―Oksana se marchó muy rápido ―menciono, libera un ronco bufido en respuesta―, supongo que sabes bien lo que siente por ti.

―Supones bien ―, enfoca la vista en la mesilla de centro por un momento―, pero nunca le he dado esperanzas ni ilusiones.

―Eres cruel ―, sus ojos negros buscan los míos, pongo todo mi esfuerzo en no apartar la mirada incluso con un poco de calor en las mejillas.

―Soy sincero, y si te parezco cruel deberías recordar quién soy ―, frunzo las cejas y me levanto de golpe.

―Buenas noches ―siseo―, puedes buscar sexo en el cuarto de tu sumisa o lo que sea ―, me volteo rápidamente, pero no doy ni tres pasos antes que me alcance y se interponga en mi camino sin tocarme ni un solo pelo.

―No tengo sumisas, si hombres y mujeres no pueden verme a los ojos es porque saben que son inferiores a mí ―, alzo el mentón con decisión, enseñándole que no voy a bajar la cabeza, a pesar del ligero miedo que le tengo.

―Ni siquiera la quieres, ¿verdad?

―¿Por qué intentas hablar de ella? ―cuestiona cruzándose de brazos, tomo aire por la nariz, lleno mi pecho y aparto la mirada hacia una pared―. No, vuelve acá, mírame ―pide y le hago caso, vuelvo a verlo a los ojos―, habla.

―Solo intento comprender cómo es posible que seas tan desgraciado con una mujer que comparte tu cama ―, espero, su silencio me hace enrojecer debido a la expectación, me analiza y rasca su barba con el pulgar mientras intenta no sonreír.

El diamante de Dios [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora