13.

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 Entonces, tenía que resolver rápidamente el problema de la compensación.

   Luisen se animó y se dirigió al despacho del general. Se topó con un grupo de sirvientes que estaban frente a la puerta. Reconocieron a Luisen y le saludaron con cortesía, pero en cuanto se cruzaron, comenzaron a cotillear en voz baja.


"Ese era el duque".


"¿No estaba encerrado en alguna parte? ¿Realmente puede pasearse así?"


"¿No te has enterado? Está actuando como el sirviente de Carlton".


"Oh, mi señor, ya ni siquiera puedo estar orgulloso de mí mismo si estoy sirviendo a alguien así..."


Sus miradas secretas ardieron en la espalda de Luisen. Se escabulló hacia el despacho del general, fingiendo no haber oído. La mayoría de los sirvientes con los que se encontró mientras cumplía con los recados de Carlton tuvieron reacciones similares: se les trabó la lengua y lo consideraron patético.


Con un resoplido, Luisen se frotó los ojos. Sin embargo, las lágrimas se formaron mientras permanecía de pie, parpadeando hacia el techo.


'Estoy triste....'


  Era una reacción natural para aquellos que no tenían ni idea de la tragedia que Luisen había evitado. Pero, especialmente ahora, Luisen no podía evitar sentir dolor en su alma.


"Hn...." Luisen se puso la mano en el pecho. Había un "algo" secreto escondido en el bolsillo interior de su abrigo. Un "algo" rojo y firme envuelto en una fina tela.


Ese algo era cecina.


Tal vez porque una vez había pasado un hambre terrible, Luisen empezó a perder toda la razón cuando tenía hambre. Volvió a un estado primitivo: su cuerpo merodeaba automáticamente por la basura para encontrar cualquier bocado perdido. Así que empezó a llevar un par de trozos de carne seca de emergencia en el bolsillo.


Tal vez Luisen era anormal, pero ahora las punzadas del hambre lo deprimían gravemente. Por el contrario, una barriga llena le hacía sentir que todo estaba bien.


Luisen comenzó a masticar la cecina. Con el hambre calmada, poco a poco su estado de ánimo melancólico fue desapareciendo.


'Es cierto... esto es sólo una depresión provocada por el hambre. No se trata de lo que hayan dicho...' La gente que no lo conocía bien podría compadecerse de él, pero ahora se sentía comparativamente tranquilo.


No me pegan ni me tiran piedras. No es nada'. El maltrato que había sufrido anteriormente hizo que su determinación fuera firme. Con la cecina colgando de la boca, Luisen buscó en el despacho del general.


'Aquí está'.


Metido a toda prisa en el cajón del escritorio del general, el libro de contabilidad del almacén del norte se encontró junto a la llave. Parecía que el general había estado buscando objetos útiles en la armería para preparar la defensa del castillo.

Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now