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"¿No puedes dormir?" preguntó Luisen. Los ojos de Carlton se abrieron de golpe. El joven Lord pudo ver su tenue reflejo en las oscuras pupilas del mercenario.


"¿Y vos, mi Duque?".


"Estoy un poco preocupado".


"¿Por qué?"


"Por los lobos huargos. ¿Por qué crees que atacaron la aldea?".


Carlton pensó un momento antes de responder: "No había nada especial en esa aldea".


"Exacto. Es una aldea fundada por refugiados; la mayoría de la gente ni siquiera sabría que allí hay una aldea, ¿verdad?".


"Se habrán dado cuenta al pasar por allí. Los lobos huargos probablemente no habrían viajado a lo largo de la carretera, con el fin de evitar la atención; más bien, puede haber sido más fácil encontrar un pueblo escondido en lo profundo de las montañas."


"Entonces simplemente deberían haber pasado de largo. ¿Por qué atacaron?"


"Tal vez querían comer. O tal vez fue para entrenar".


"... Podrían haber sido ambas cosas, supongo". Luisen se quedó mudo de tristeza. Los recuerdos de manchas de sangre por todas partes le produjeron una sensación inquietante y escalofriante. Observando cómo Luisen daba vueltas en la cama, Carlton continuó: "El Duque no tiene la culpa de que la ciudad haya sido atacada por esos bastardos. Es sólo mala suerte".


"...No es eso".


'Soy del futuro', quiso decir Luisen, pero se tragó esas palabras. Posiblemente podría haber evitado esto si hubiera sido un poco más listo, si hubiera sido más perspicaz. Igual que se había preparado para el ataque de las langostas.


"Es imposible que mi Duque sepa todo lo que hay en el mundo. Y, aunque lo supiera, no podría prepararse para todo. Todo el mundo sabe que los inviernos son duros, pero siempre hay gente que muere congelada". Carlton hablaba como si hubiera mirado dentro del corazón de Luisen. Luisen se quedó atónito. "Aun así, lo siento".


"Es algo que ya ha ocurrido. ¿Qué cambiaría porque mi Duque sienta pena? Duerma en vez de ello. Preocúpese durante el día en su lugar. no hay nada más que hacer mientras camina, ¿verdad?" Las palabras de Carlton eran poco comprensivas y frías, pero no se equivocaba. Era hora de dormir un poco y reponer fuerzas para el trabajo que tendría que hacer mañana.


Luisen se obligó a cerrar los ojos, tratando de ignorar los pensamientos de culpa que se colaban en su conciencia. Entonces empezó a sentir sueño.


"Tal y como has dicho, no pensaré en ello por ahora... Cuando lleguemos a la capital, buscaré a más supervivientes de esa aldea. Les daré algo de tierra para que construyan una granja y les ayudaré a establecerse", murmuró Luisen, medio dormido.


"Probablemente no formen parte de tu ducado".


Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now