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Parte 6: Encuentros accidentales y peticiones discretas



A la mañana siguiente, Luisen abrió los ojos bastante temprano. El sol acababa de comenzar su tenue salida; tanto el Lord como el mercenario se preparaban para partir, medio despiertos. Luisen llevaba una túnica sobre la ropa que había usado ayer. La túnica le cubría por completo: era como si las mangas estuvieran unidas a un saco gigante con un agujero para la cabeza. El joven Lord se cubrió la cabeza con la capucha de la túnica y se puso otra capucha que había cogido en el pueblo. El dobladillo de la capucha le llegaba hasta la nariz y cubría por completo los rasgos del Lord. Tras atarse la holgada cintura con una gruesa cuerda -en lugar de un cinturón-, la estatura física de Luisen quedaba disimulada.


Si pudiera encogerse de hombros y encorvar la espalda, Luisen sería capaz de disimular incluso su estatura; podría parecer una persona completamente distinta. A continuación, el joven Lord ató a la cuerda una cruz de madera, su reliquia sagrada. A simple vista, parecía innegablemente un peregrino.


Carlton y Luisen siguieron el camino recto y se dirigieron hacia la puerta más lejana. Incluso al amanecer, las calles de Confosse estaban abarrotadas de gente que partía. Como los congregados estaban acostumbrados a recorrer largas distancias, la multitud era aún más animada y ruidosa que de día.


Al principio, Luisen estaba nervioso. Sin embargo, parecía que ningún transeúnte se preocupaba por ellos, así que su corazón se relajó rápidamente. Incluso hubo gente que saludó a Luisen con las manos entrelazadas al ver la credencial de peregrino que colgaba de su cuello. Cada vez, Luisen inclinaba educada y recatadamente la cabeza, imitando al peregrino manco.


'¿Me pregunto si me parezco un poco al santo?' Luisen se emocionó al pensar que podría parecerse al hombre que admiraba. La alegría surgió automáticamente en su interior mientras intentaba recordar al santo manco y copiar su forma de caminar. Cuando intentó reproducir aquel andar inseguro con su cuerpo rígido, sus articulaciones crujieron como trozos de madera. Era extraño: parecía un gato asustado.


Carlton, que no podía soportar más aquel espectáculo, le dio una palmada en la espalda a Luisen. "Por favor, camina bien".


"...Quería caminar como un peregrino".


"Pareces estreñido".


"¿Constipado...?"


Parecía que no podía emular la frialdad del santo. Luisen liberó la tensión de su cuerpo y volvió a sus habituales pasos ligeros.


A pesar de sus críticas, a Carlton no le preocupaba la capacidad de Luisen para hacerse pasar por peregrino. Al fin y al cabo, los peregrinos procedían de entornos muy diversos, así que la actitud despreocupada de Luisen -como si fuera un pájaro que agita las plumas de la cola al caminar- no desentonaba.


"Está bien ser un poco aristocrático en tu lenguaje corporal. En cambio, cuida lo que dices. No hay peregrinos que hablen con condescendencia".


"Lo sé".


"¿Has usado honoríficos antes?"

Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now