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Los guardias hicieron una profunda reverencia; antes de que Luisen pudiera detenerlos, agarraron las riendas de Zephys y tiraron bruscamente. "Vámonos. Venid deprisa".


Zephys no se movió ni un milímetro por mucho que tiraran. Los hombres parecían increíblemente impacientes; entre sus forcejeos, observaban de reojo a Luisen y Carlton. Parecía como si quisieran abandonar el lugar cuanto antes, como si tuvieran motivos ocultos.


"¿Por qué no os movéis?". Un guardia golpeó al caballo en las nalgas con la punta de su lanza.


Neigh...


gritó Zephys. No tuvo más remedio que vacilar un paso hacia adelante.


Zephys era increíblemente listo; no se aferró a Carlton en busca de ayuda. Tal vez se dio cuenta de que eso sólo traería problemas al mercenario. Se limitó a mirarlo lastimosamente con sus redondos ojos negros. Esa mirada era más eficaz para tocar la fibra sensible.


'Maldita sea. Joder'. Carlton seguía maldiciendo para sus adentros.


Para el mercenario, Zephys era un caballo especial. Había cuidado de Zephys desde que era un potro frágil y enfermo; su vínculo era extraordinariamente firme. El caballo era un verdadero compañero que le acompañaba cuando se escapaba de casa.


A pesar de que Zephys era su caballo, a pesar de que los guardias lo arrastraban, él no podía hacer nada. En el fondo, quería robar a Zephys y llevárselo muy lejos. Sin embargo, Carlton acompañaba a otra persona.


Carlton había prometido llevar a Luisen sano y salvo a la capital. Por lo tanto, aunque estaba tan frustrado como para vomitar sangre, tuvo que aguantar. Ahora mismo, sólo podía apretar sus inocentes puños.


Mientras Carlton vacilaba, Luisen salió corriendo. "Espera un momento".


"¿Qué pasa?" Al grito de Luisen, los guardias se dieron la vuelta.


"¿Qué piensan hacer?". preguntó Carlton.


'¡Yo tampoco lo sé!' Aunque el joven Lord logró detener la situación por ahora, Luisen no tenía una idea brillante. Aun así, odiaba despedir a Zephys de esta manera. Si se separaban ahora, ¡no había garantías de que volvieran a encontrarse!


Luisen se devanó los sesos. 'Querido Santo, por favor comparte tu sabiduría conmigo'. Dicen que si uno reza mucho, las cosas salen bien. En ese momento, Luisen tuvo una idea brillante. "¿Por qué tanta prisa?"


"¿Qué?"


"Señor Capitán de la Guardia. ¿Qué planeabas hacer mientras te escabullías con el caballo de un criminal?".


Los guardias se pusieron furiosos ante la declaración de Luisen. "¿Cómo que escabullirse? El capitán puede disponer a su antojo de las pertenencias de un criminal, eso no es escabullirse".

Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now