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Parte 8: Los villanos siempre nos persiguen.



Al día siguiente de partir, Morrison persiguió a Luisen y Carlton y se unió a la fuerza a su grupo.


Según Morrison, la iglesia enviaría a otro inquisidor al Sur para iniciar una investigación en toda regla; en cuanto encontraran alguna información nueva, prometieron enviársela a Luisen a través de Morrison. Prometió que la iglesia protegería al joven lord, mientras siguiera siendo objetivo de los adoradores de demonios. Eran buenas noticias para el joven señor. Para ser franco, se sentía algo deprimido sobre sus próximos movimientos después de que entraran en el castillo real.


El grupo recién formado, ahora acompañado por el inquisidor, se dirigió a la capital. Pasaron por la ruta más utilizada por quienes cruzaban el río, tal y como había hecho el joven lord. Ese camino era el más corto para llegar a la capital.


Al principio, a Luisen le preocupaba que descubrieran su identidad, por lo que en un principio iban a dar un gran rodeo por un camino forestal desierto. En lugar de la relativamente cercana puerta este, había pensado en hacer un camino desviado hacia la puerta sur o incluso hacia la lejana puerta oeste. Sin embargo, sus planes cambiaron en cuanto Morrison se unió a su grupo. Ahora, se habían enterado de la identidad del enemigo y de que éste seguiría a Luisen; aquellos hombres sabían que el joven señor se dirigía hacia la capital. Un desvío no les ayudaría a evitar un enfrentamiento.


Así pasaron algunos días. Se movían durante el día; durante la noche, emulaban a los vagabundos buscando un lugar adecuado para dormir. Al principio, a Luisen le preocupaba que Morrison y Carlton no pudieran escoltarle hasta la capital sin pelearse entre ellos. No conocía la verdadera personalidad de Morrison, y los inquisidores de herejes tenían fama de fanáticos. El hombre era como una bomba de tiempo.


Afortunadamente, excluyendo a los infieles paganos, Morrison era un hombre amable y cariñoso con los demás. Era una persona siempre amable, como cuando Luisen lo conoció. Así que el hombre no causó ningún problema. Cuando Carlton llegó a la conclusión de que necesitarían la ayuda de Morrison, el mercenario ya no estaba malhumorado. Los dos no se hicieron íntimos, pero trabajaron juntos sin mucha dificultad.


Los tres hombres guiaron a sus caballos por el camino.


"Pensé que podría divisar inmediatamente a uno de esos hombres si seguía al Duque, pero no hay indicios de su presencia", dijo Morrison, con pesar. Secretamente esperaba -anticipaba- la aparición de un adorador de demonios, pero no apareció nadie.


Luisen pensó en regañar a Morrison, pero el joven señor cerró la boca, molesto. Se limitó a contemplar el paisaje en silencio, apoyado en los brazos de Carlton; pronto le invadió la somnolencia. Le ponía nervioso montar a caballo, pero, a medida que se acostumbraba, le agotaba el mero hecho de permanecer sentado. Así que empezó a dormirse.


"Deberías simplemente dormir".


"Mhmm." No había nada más peligroso que dormirse sobre un caballo, pero... Carlton estaba allí. Luisen no pudo resistir la tentación del sueño y apoyó la cabeza en el hombro del mercenario.

Las  circunstancias de un señor caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora