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Un aldeano trajo una cesta cargada de pan y repartió su contenido entre la gente que se arremolinaba en la plaza. Luisen se sentó con los aldeanos y comió el pan, un sabor que no había experimentado en mucho tiempo. El interior no era blando, sino masticable; cuanto más se masticaba, más dulce era.

"¿Cómo está, mi señor?"


"Delicioso. Usted realmente trajo a través de la dulzura innata de la vieja bruja enterrado ".


"Estoy un poco nostálgico por el sabor de la mantequilla."


"Qué podemos hacer, no tenemos".


Los aldeanos conversaban cómodamente entre sí frente a Luisen. El joven señor estaba orgulloso de que sus ciudadanos parecieran haberse acostumbrado a su presencia.


Mientras comían el pan, Luisen empezó a hacer algunas preguntas: "¿Ha ocurrido algo extraño en la finca?".


"¿Algo extraño?"


"¿Quizá últimamente hay demasiada niebla y la gente desaparece? ¿O tal vez se confunden de fechas? ¿Ha habido gente que haya pasado por algo extraño así de camino al ducado?". preguntó Luisen.


"Hmm... No estoy seguro...".


"Los casos de personas desaparecidas ocurren de vez en cuando, pero..."


"¿Qué tal rumores de un mago? ¿O de un hada malvada?"


"Muchas criaturas viven en el bosque, pero no estoy muy seguro de las hadas..." Los aldeanos no parecían recordar nada importante.


"Ah, supongo que la niebla ha estado más densa últimamente. La niebla viene de esa dirección desde que se construyó el nuevo depósito la primavera pasada".


"¿Por el depósito? ¿Y no por otra razón?"


"Por supuesto. Ha sido excepcionalmente malo desde que se construyó el depósito".


"Ya veo..." Luisen asintió. ¿Así que la niebla que había atravesado el enviado de Vinard era un fenómeno natural?


Luisen, que desconfiaba de las interferencias sobrenaturales -magia o cosas por el estilo-, perdió algo de compostura. 'Entonces, ¿estaban mintiendo? ¿Por qué mentirían tan descaradamente?'.


La noche anterior, el general le había dicho que conocía al señor de Vinard y a su hijo desde hacía tiempo; eran leales a la familia Anies. En su opinión, el testimonio del enviado no debía ser tachado de pura mentira.


Luisen se pasó todo el día buscando información hasta que le dolió la cabeza, pero no consiguió nada. 'Esta gente, como yo, lleva más de un mes encerrada en los límites de la finca... es imposible que conozcan la situación de fuera'.


Luisen arrancó enormes trozos del pan que sostenía; incluso en tiempos de crisis, su apetito era voraz.

Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now