Capítulo tres.

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Mi día comenzó con un café de máquina y una barrita de chocolate supuestamente «orgásmica» que dejó mucho que desear. Organicé mi día en la libreta, contesté algunos mails resolviendo unas dudas y algún que otro tweet de una cuenta muy pesada llamada: «yukilo666». Mi misión esa mañana era hacer un post llamativo en Instagram con un texto corto pero intenso. Me llevó tres cafés y un dolor de cabeza conseguirlo pero antes de las once lo tuve todo listo para publicar. Aunque claro, no podía hacerlo sin que antes alguien le diera el visto bueno.

—¡Me encanta! —Addison bajó la tapa del ordenador, giró la silla y me miró—. Buen texto, buena foto. Es justo lo que buscaba. Enhorabuena.

—Gracias —suspiré. Los nervios se esfumaron al escuchar el «me encanta» salir de su boca. Hasta ese momento era un flan.

—No dudaba de que serías un buen fichaje, señorita Abigail.

—Puedes llamarme Abby —respondí con timidez—. Y también puedes omitir el «señorita».

Ella me miró de soslayo esbozando una clara sonrisa de «no pienso hacerlo». Agarró el boli metalizado con su nombre grabado y escribió algo que no conseguí entender en un papel. Me tomé un segundo para analizar su outfit del día: pantalones azul marino ajustados (siempre ajustados. Sabía lo que hacía), camisa blanca con escote en V y una chaqueta blanca con gruesas rayas verticales azules. ¡Siempre iba divina! Su pelo de nuevo con ese efecto alborotado debido al corte estilo bob. Adoraba lo bien que le sentaba. Me hubiera levantado en ese mismo momento, la hubiera agarrado de la camisa y a pocos centímetros de su boca le hubiera susurrado: «voy a follarte hasta dejarte sin aliento». Pero me contuve y esperé a que terminase de escribir... ¿qué coño estaba escribiendo?

—¿Está haciendo mi carta de despido? —bromeé rompiendo el silencio.

Ella me miró sin levantar la cabeza del papel y continuó escribiendo.

Era misteriosa, magnética, atractiva. Traté de buscarle algún defecto pero no lo conseguí, porque no tenía. La mujer perfecta. La que tenía una fila de gente en la puerta de su casa esperando el turno de conquistarla. No estaba valorando lo suficiente que me eligió a para pasar un rato divertido. Recordé nuestro encuentro mientras ella seguía centrada en el papel.

~○○○~

Era un garito oscuro. La música sonaba fuerte y la gente cantaba como sino hubiera un mañana. Una pareja se besaba en una esquina. Dos chicas coqueteaban rozándose los dedos. Otros jugaban una intensa partida a los dardos. Dos chicos se partían de la risa viendo algo en sus móviles. Ese día estaba lleno. Uno de esos días en los que bailas hombro con hombro y tardas media hora en cruzar la pista, pero nos daba igual porque Rose, Elena y yo habíamos ido a darlo todo.

—Pequeñas leonas —gritó Elena para hacerse oír—, hoy es nuestra noche y lo vamos a petar.

Rose y yo asentimos.

—Nos merecemos un respiro —siguió gritando por encima de la música—. Además, hemos venido a celebrar que la idiota de Abby tiene trabajo.

Las dos aplaudieron y me envolvieron en un abrazo.

—La primera copa —dijo Rose— nos la tomamos por ti.

—Y que ninguna se vaya de aquí sin pillar cacho —gritó Elena a modo de conclusión. Las tres asentimos de una cabezada y nos apoyamos en la barra para pedir las primeras copas.

Hacía tiempo que no salíamos y las ganas flotaban en el aire. Rose había elegido llevar un vestido plateado de finos tirantes, tan brillante que hacía daño a la vista cada vez que las luces de la discoteca se proyectaban en él. Elena era la que más sencilla iba: camiseta negra de la banda Queen, una falda pantalón y chaqueta vaquera. Aún así era la que más llamaba la atención de las tres. Cuando tienes una cara angelical da igual que te arregles un poquito, mucho o nada, siempre destacarás. Yo había puesto un poco más empeño de lo habitual en conjuntar mi ropa. Por regla general hubiera abierto el armario, agarrado lo primero que saliera y con eso me hubiera ido. Pero esa noche estaba emocionada, así que estuve tres días revolviendo lo que tenía y mirándome delante del espejo para dar con el conjunto ideal. Acabó siendo un vestido negro a la altura de la rodilla y unas deportivas blancas. No te pienses que me iba a poner tacones o algo así. Antes muerta.

Addison LaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora