Capítulo treinta y seis

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 —¿¡¡Qué cojones...!!?

Me quedé mirando la puerta unos segundos antes de buscar la mirada de Addison.

—¿Qué cojones ha sido eso? —le pregunté.

Ella se encogió de hombros.

—¿Se acaba de abrir la puerta por arte de magia?

—¿Has visto algo? —Apurada se atusó la camisa, se levantó de la silla y corrió a mirar al pasillo para ver si veía a alguien alejarse. No podía haberse abierto sola, era imposible. Alguien había asomado el hocico y se había ido corriendo al vernos en esa situación—. ¿Has visto a alguien asomarse?

—He visto lo mismo que tú. Esa puta puerta se ha abierto sola.

—¿Es posible que Álvaro la haya dejado mal cerrada?

—No me extraña —suspiré—. Ese idiota no hace una bien.

—Joder... —Suspiró y por primera vez vi la preocupación en su cara.

Addison Lane sentía pánico a que se enterasen de lo nuestro porque eso incluía saber que había sido infiel a su marido y muchas cosas más. El rumor correría como la espuma.

—Tranquila —le puse una mano en el hombro—. Todo va a estar bien, créeme.

Me miró con ojos de súplica. Leí un «por favor, ayúdame a que así sea» en ellos. El resto de la mañana lo pasé en mi despacho, pensativa. ¿Se habría abierto la puerta sola? ¿Se había asomado alguien y había salido corriendo al ver la escena? Me prometí a mí misma que de verdad no volvería a probar los labios de mi jefa hasta que no arreglase su vida y rompiera su matrimonio si así lo consideraba. No podía estar jugando a dos bandas, no era justo para ninguno; ni para ella, ni Daniel, ni siquiera para mí. Me daba igual lo que dijeran mis amigas, mi conexión con ella era real.

En torno a las dos de la tarde nos convocaron a todos en la sala de reuniones. Llegué la primera, como si no tuviera unas ganas locas de sentarme junto a Addison y mirarla intensamente para ponerla nerviosa delante de todos, Álvaro llegó el segundo, me tocó soportarlo durante cinco eternos minutos. Los demás no tardaron en ocupar sus asientos y por supuesto, la rubia de pelo corte bob llegó la última haciéndonos esperar a todos. Nuestras miradas se encontraron un segundo antes de agarrar su asiento y dejar la carpeta sobre la mesa.

—Muy buenas a todos.

El murmullo educado de siempre le respondió.

—Perdón por esta reunión improvisada. Sé que estáis hasta arriba haciendo vuestro trabajo pero necesitaba un pedazo de vuestro tiempo.

—Tranquila, Doña Addison —dijo Álvaro con sonrisa seductora—. A los que trabajamos bien y sabemos organizarnos no nos importa entregar un poco de nuestro tiempo. Lo tenemos todo bajo control.

Le miré con asco y volví a centrarme en los ojos azules de Addison. Sacó unos papeles de la carpeta, carraspeó, se colocó un travieso mechón en su sitio e hizo un barrido general por la sala. Estaba nerviosa, su expresión corporal me lo decía. ¿Era la única que se estaba dando cuenta? La conocía demasiado bien como para saber que era un mar de ansiedad por dentro. Esbocé una sonrisa. Estaba de lo más adorable.

—Esto es para usted, señor Martínez —dijo alzando unos informes en el aire y tendiéndoselos a la persona de al lado para que fueran rodando por la mesa hasta Martínez—. Lo importante de la reunión es una única cosa. No sé si saben de qué se trata.

El desconcierto reinó en la sala durante unos segundos hasta que alguien pidió silencio para que la jefa siguiera hablando.

—Tenemos el nombre de la persona que vendrá al viaje. —Soltó sin más, como si quisiera quitárselo de encima cuanto antes—. Después de mucho pensar, lo tenemos. Uno de vosotros será la persona que vendrá conmigo a dar la cara por la empresa.

Me coloqué bien la ropa preparándome para escuchar un Abigail como una catedral de grande. Humedecí mis labios y Álvaro y yo nos miramos con odio y superioridad. Juro que si no hubiera estado en una reunión se hubiera llevado un puñetazo. Addison nos contó que lo habían pensado entre varios, había sido una dura decisión y que no era nada fácil.

—Confiamos plenamente en esta persona —dijo—. Sabemos que será la ideal para relacionarnos con otras empresas y poder escalar más puestos. Con esta persona lo tenemos asegurado. Así que esperamos que de lo mejor de ella en el viaje.

En ese momento me miró y disimuladamente le guiñé un ojo, se movió nerviosa haciendo danzar el collar de libélula que llevaba en su cuello, humedeció sus labios y centró la mirada en los papeles que tenía delante.

—Bueno, sin más dilación voy a proceder a decir el nombre de la persona.

Se notaba la tensión en el ambiente. La gente se acomodó en sus asientos, se miraban entre ellos y algunos cerraron los ojos para concentrarse. Aquello parecía la final de Eurovisión.

Me volví a colocar la camisa para cuando dijera mi nombre incorporarme y saludar a todos y dar las gracias a Addison «por esta oportunidad maravillosa que me estáis dando. Es todo un reto», tenía el guion estudiado de casa. Había pensado mil veces en ese momento. El momento de escuchar mi nombre y tener que poner cara de sorpresa. En realidad mi cabeza no dejaba de pensar en todo el sexo que íbamos a tener en nuestros ratos libres.

—Tras pensarlo con calma y muy a fondo —siguió diciendo con una voz tan sexy que casi no pude prestarle atención—. Hemos decidido que la persona que venga a este viaje importante sea...

Una pícara sonrisa apareció en mi boca.

Ya llegaba.

Lo tenía todo controlado.

Ella decía mi nombre, yo me acomodaba la ropa, me levantaba, saludaba y soltaba mi discurso de agradecimiento.

Addison me miraría con su mirada más sexy y me sentaría de nuevo más húmeda y cachonda que un mono.

Iba a decirlo.

Estaba a punto de levantarme de la silla.

El corazón me iba a dos mil por hora.

—Álvaro. —Concluyó la jefa.

El engominado se levantó de la silla entre aplausos y vítores. Saludó a todo el mundo, siguiendo mi protocolo, miró a Addison e hizo un gesto de agradecimiento con la mano. Cuando los aplausos cesaron, chasqueó la lengua y comenzó a dar un discurso bajo la atenta mirada de todos los compañeros.

No.

¡¡No!!

Ese era mi momento.

¡¡Era mío!!

Addison, ¿qué coño habías hecho?

Addison LaneWhere stories live. Discover now