Capítulo cuarenta y dos

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Abrí los ojos antes de que sonara el despertador. Me desperecé en la cama y sonreí al escuchar el agua cayendo en la ducha. Me levanté y abrí la puerta lentamente, como si lo que me fuera encontrar al otro lado fuese la cosa más delicada del mundo. Y en cierta manera, lo era.

La silueta desnuda de Addison apareció dentro de la ducha. El agua caía por su pelo. Se frotaba la cabeza con cuidado, despacio. Me acerqué hasta la mampara sin que se diera cuenta. La abrí con sutileza y admiré sus curvas. El agua deslizándose por cada parte de su perfecto cuerpo.

—Buenos días —dije.

—¡Ey! —se dio la vuelta con la mejor de sus sonrisas, mostrándome sus pechos. Esos que tanto me gustaban. Me desnudé bajo su atenta mirada y entré con ella. Busqué sus labios, la apoyé contra la pared y el agua no tardó en caer por mi cabeza.

—Sí que has madrugado —susurré.

—Hay que trabajar —dijo apartando el pelo mojado de mi cara—. Tenemos una reunión importante hoy.

—Para ir con actitud a esa reunión es muy importante empezar la mañana con energía —dije llenando su boca de pequeños besos—. Y a mí eso se me da muy bien.

—¿Sí?

—Por supuesto. —Separé sus piernas y deslicé mi mano entre ellas, jugando con su sexo. Se agarró con fuerza a mi pelo, pegó sus caderas contra las mías y mis dedos traviesos entraron en acción.

En menos de tres minutos tenía a Addison Lane frotándose contra mi mano, mirándome con su mirada más sexy, lasciva y pidiéndome que subiera la intensidad. Comencé a besarla, solo dejé de hacerlo cuando se separó de mí para dejar salir un gran orgasmo por su boca. El posterior beso bajo el agua duró quince largos minutos.

—Qué suerte tengo —susurró—. Qué suerte tengo de tenerte conmigo.

—Podemos empezar así todos los días, ¿qué te parece?

Su respuesta fue otro fogoso beso.

—Elegirte para este viaje de negocios ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida laboral —bromeó.

—Me encantó ver la cara de imbécil de Álvaro con el cambio de última hora —dije.

—Si vemos el lado positivo, nos estamos ahorrando una habitación de hotel.

Arqueé las cejas, divertida.

—¿No pensabas compartir habitación con él?

—Por supuesto que no. ¿Estás loca?

—Por ti.

—Qué boba eres —rozamos nuestras narices y volvimos a besarnos bajo el agua.

Minutos después estaba desnuda, frente a la cama, contemplando la ropa que se iba a poner para la gran reunión. Le dije que cualquier cosa que se pusiera estaría bien. Ella siempre lo estaba. Si se ponía una bolsa de basura, seguiría estando impresionante.

—La camisa —dije abrazándola por atrás, llenando mi mano con sus pechos—. Esa camisa te hace un escote de muerte.

—¿Tú crees?

—Pues claro. Serás la reina —giró su cabeza para buscar mis labios.

—Está bien —suspiró—. Pues la camisa, no se hable más.

Bajé una de mis manos desde su pecho, por su vientre, hasta su entrepierna desnuda. Ella me agarró con agilidad. ¡Reflejos felinos!

—No, no, no —gimió—. Otra vez no. Tenemos que prepararnos. Tenemos que irnos.

Mi boca mordió su oreja. Esta cerró los ojos derritiéndose por dentro, sintiendo sus piernas temblar.

—Abby...

—Me encanta cuando me llamas así —jadeé en su oído. Mis dedos volvieron ahí... a mi lugar de confort. Ella me rodeó la cabeza con una mano y aproveché para darle besos en el cuello desde atrás. Tracé un camino de placer dentro de su cuerpo, hice un patrón que no dudé en repetir una y otra vez. La apoyé contra la cama. Su mejilla aplastada contra el colchón, yo sobre ella haciendo un excelente trabajo. Addison comenzó a sacudir sus caderas adaptándose a mi ritmo. Su boca entre abierta. Había nacido para ver esa imagen. Solo yo podía provocar que esos ojos se volvieran tan, tan azules y brillantes. Frenó mi mano para darse la vuelta y quedar bocarriba, entregada a mí. Mi lengua pasó a la acción. Me centré en su centro y no me despegué de ella hasta que me agarró con rabia del pelo y tiró con fuerza de mí.

—Bésame. —Ordenó.

Subí hasta su boca y mientras disfrutaba de ella busqué con la mano el cajón de la mesilla, lo abrí y saqué de él un gran dildo. Uno de esos que tanto estudié para hacer «el artículo perfecto». Se lo enseñé con una sonrisa. Abrió los ojos como platos y me agarró la cara con ambas manos.

—¿Te has traído ese bicho al viaje?

—Voy a encargarme de que la reunión de hoy salga como la seda.

Durante largos minutos me encargué de que Addison Lane cogiera la energía suficiente para la reunión importante que teníamos esa mañana. Tenerla desnuda y completamente entregada a mí era la mejor sensación que había experimentado nunca. Nuestra historia había sido un caos, un caos muy divertido. Le había costado horrores pero dejó a Daniel. Se despidieron entre un mar de lágrimas y explicaciones. Le dijo sin miedo que había conocido a otra persona, que me había conocido a mí. Y quería adentrarse en una nueva vida llena de nuevas sensaciones y emociones. Rose y Elena alucinaron al doscientos por cien con la noticia. La idea de tener a la maldita Addison Lane, que tantos quebraderos de cabeza nos había dado, en nuestras reuniones en El Ambrosía les sonaba muy divertida. Les dije que se comportasen con ella, al menos los primeros días, tampoco quería que saliera corriendo al conocer a mis amigas. La mujer que conocí aquella noche en aquel bar cambió por completo. Addison Lane estaba dispuesta a vivir al límite, sin miedo a nada. Y yo iba a estar con ella en todo momento. Con aquel viaje empezamos una historia que sin duda, sería inolvidable. Y aprendimos una lección muy valiosa:

Nunca es tarde para cambiar el rumbo de tu vida.

Addison LaneWhere stories live. Discover now