Capítulo cinco.

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Pasé tan rápido por delante de la cristalera de Addison que hice volar su cortina con elegancia. No quería verla. Cerré la puerta nada más entrar a mi despacho y dejé mis cosas sobre la mesa. Llegué acalorada, con ganas de vomitar. Le había dado demasiadas vueltas a la cabeza la noche anterior. Me dormí a las tantas y no descansé bien. Es lo que hay cuando empiezas a dudar de si te has tirado a tu jefa o a una cualquiera que sospechosamente se parece a ella. Cuando te das cuenta de que no tienes ni idea de lo que has hecho debido a una borrachera, te preocupas.

Mientras el ordenador se encendía aproveché para mirar las notificaciones de mi móvil: una de Twitter, dos de Instagram y un WhatsApp de mi madre. Abrí la libreta para ver qué tarea tenía asignada ese día y comencé a trabajar. La mañana transcurría pacíficamente. El trabajo moderado y el olor a lavanda del perfumador estupendo. A las diez y media, Vanesa asomó la cabeza.

—Buenos días —su voz aguda se clavó en mis oídos. Era la primera voz que escuchaba ese día—. ¿Cómo vas?

—Bien —giré la silla hacia ella en un movimiento típico de película—. ¿Qué tal tú?

—No puedo quejarme —sonrió.

Vanesa me caía bien. Era una chica simpática, adorable y guapa. Tan inocente y buena que a veces se pasaba de tonta pero adorable al fin y al cabo. Me estaba ayudando mucho a integrarme en la oficina y sabía que podía apoyarme en ella si lo necesitaba. Si aguantaba en el puesto de trabajo durante meses o... años, podríamos acabar siendo buenas amigas.

—¿Necesitas algo? —preguntó—. Un café, alguna chocolatina...

Negué con la cabeza agradecida por su atención.

—Muchas gracias. No te molestes. Estoy bien.

—He oído que ayer te quedaste hasta tarde —dijo tan bajito que casi tuve que leerle los labios.

—Sí. Tenía que acabar unas cosas.

—Se amontona el trabajo, ¿verdad?

Asentí haciendo una mueca con la boca.

—Addison me dio un montón de cosas por acabar.

Vanesa apoyó las manos en la mesa y se inclinó hacia mí para no alzar la voz.

—Es que la chica que había antes se dedicaba a estar con el culo ahí sentado, subir las piernas a la mesa y dejar que corriera el tiempo.

—Vaya. Tenía entendido que era un poco... torpe —dije, utilizando la misma palabra que Addison utilizó.

La morena se echó a reír llevándose una mano a la boca, como si lo que estuviera haciendo fuera algo malo y no quisiera que nadie la viera.

—¿Qué nivel de confianza tienes con Addison? —pregunté con curiosidad.

Se encogió de hombros y me miró desconcertada.

—¿Cómo tengo que medirlo?

—Del uno al diez.

—Un... ¿siete? —dijo tras dudar un instante.

—Un nivel moderado —pensé en voz alta—. ¿Tienes relación con ella más allá de estas paredes?

—¿Cómo?

—¿Sois amigas fuera de aquí? —aclaré al ver que le costaba un poco pillar las cosas—. ¿Quedáis para tomar copas? ¿Salís a bailar? No sé... ¿te invita a su casa?

Vanesa abrió los ojos como platos y negó con la cabeza.

—¿A su casa? No, no, no. Addison es muy reservada. No le gusta mezclar las relaciones de trabajo con las de amistad.

Addison LaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora