Capítulo cuarenta y uno

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Quedaban tres días para el viaje. ¡El puto viaje! Addison y yo casi no habíamos hablado desde nuestro encuentro en El Ambrosía. Nos habíamos esquivado por los pasillos y si nos habíamos dirigido la palabra había sido para que le mandase unos cuantos informes y nada más. Álvaro se pasó la semana con una sonrisa de oreja a oreja, diciendo tonterías y dando saltitos de alegría. Se notaba sus ganas de partir a solas con la jefa. Y Daniel..., bueno, Daniel había venido más veces a la oficina de lo que había venido en su vida y solo me preguntaba ¿por qué? ¿Qué coño tenía que hacer aquí? ¿Es que echaba tanto de menos a su mujer que tenía que visitarla todas las mañanas?

Lo que sí que había aprendido, y me había costado mucho hacerlo, es que si Addison no quería hablar del tema ni cambiar con su marido, yo no podía hacer nada. Era su decisión y aunque consideraba que estaba jugando con él, no tenía por qué meterme en medio. Me mentalicé en que lo nuestro se había terminado y que no tenía que obsesionarme con ella. Pero es que cuando la veía aparecer por el pasillo con su pelo rubio, sus ojos azules y sus caderas contoneándose, se me revolvía el cuerpo. ¿Cómo no luchar por una mujer así?

«No quiero seguir con esto. Nuestra historia se ha terminado». Mis palabras se repetían en bucle esa mañana. Quizá fueron las más duras que he dicho nunca pero no las estaba sintiendo de verdad.

—Addison esta mañana está insoportable —dijo Vanesa entrando en mi despacho—. Cómo se nota que ya no habláis y que no le comes la boca como es debido.

Esbocé una sonrisa sin quitar la mirada del monitor.

—Te lo digo en serio —dijo—. Estaba mucho más feliz y todo fluía mejor cuando estaba contigo, cuando le hacías... cositas.

—¡Cállate! —dije lanzándole un bolígrafo de manera divertida.

Vanesa se sentó frente a mí.

—Álvaro también está insoportable —siguió diciendo.

—Pero lo es siempre.

Ella sonrió.

—Háblame de fiesta. No quiero hablar de Álvaro y la jefa.

—¿De fiesta?

—Sí.

—Pues... mira, tengo una amiga que quiere venir a nuestra noche de ambiente gay —soltó—. Hace tiempo que no la veo y te digo que te va a caer muy bien. Yo creo que os gustaréis.

—¿Tú crees?

—Sí... no es Addison pero te gustará. También tiene los ojos azules.

La miré apretando con fuerza los labios.

Me contó todo lo que podríamos hacer y algunos planes para otro día. Vanesa era una caja de sorpresas. ¿Dónde había quedado aquella chica tímida e inocente? En cuestión de semanas había evolucionado de manera excelente y me encantaba. Tenía claro que junto a ella íbamos a vivir momentos inolvidables. Era una más en nuestro grupo de amigas.

—Y te digo que hacen unos mojitos espectaculares, ya verás cuando —unos nudillos golpeando la puerta la interrumpieron.

La cabeza de Addison apareció.

—¿Están ustedes hablando de mojitos en horario laboral? —dijo metiendo un poco el cuerpo. Vanesa se levantó de inmediato y yo resoplé haciéndole ver que su visita no me gustaba.

—Lo siento doña Addison —con la cabeza agachada, Vanesa se dirigió hacia la puerta—. Ya vuelvo a mi puesto de trabajo. Lo siento.

Salió de mi despacho y la jefa entró cerrando la puerta tras de sí.

Addison LaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora