Capítulo dieciocho

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—¿Están de fiesta? —pregunté.

Vanesa se levantó corriendo, se atusó la ropa y me miró con esa cara de cordero degollado que siempre me ponía cuando la pillaba haciendo algo fuera de lo normal.

—Veo que a parte de llegar tarde, se toman su tiempo en el café.

—Acabamos de llegar, doña Addison —protestó Abigail.

—¿Seguro? —avancé un paso y centré la mirada en Vanesa. Mi inocente y dulce Vanesa. Ella era incapaz de mentirme—. ¿Acabáis de llegar, Vanesa?

—Yo... yo sí —Dijo—. Y ella..., bueno, se está tomando su café.

—Vuelva al trabajo, por favor —ordené.

Vanesa se fue y Abigail rodó los ojos.

—¡Venga ya! —protestó.

Me limité a mirarla, muy quieta.

—¡Tienes que estar de broma!

Silencio.

—No puede ser que estés celosa de verdad —dijo levantándose—. ¿En serio, Addison?

Se acercó hasta agarrar mi collar. Jugueteó con él entre sus dedos. Nuestros ojos se encontraron. Esbozó una sonrisa. ¿Qué estaba haciendo? ¿Quería provocarme? ¿Excitarme? ¿Ponerme nerviosa? Estaba muy equivocada. Addison Lane no haría nada indecente dentro de su empresa pero me gustaba que tuviera ella el control de la situación. Eso hacía... latir con fuerza mi entrepierna.

—Te he dicho que no ha pasado nada entre nosotras. Tienes que creerme. Es una larga historia. Pero no me he... acostado con Vanesa.

¿Podía confiar en su palabra?

Eran demasiadas las pistas que me habían dado esa mañana. Las dos llegando tarde, con cara de no haber dormido mucho. Abigail con la ropa de Vanesa y después de haber salido juntas la noche anterior. Todo apuntaba a que sí que había pasado algo aunque se empeñase en negarlo. Un volcán dentro de mi pecho empezaba a echar humo.

—Su cara me dice otra cosa —susurré posando la mirada en sus apetecibles labios.

—¿Y qué dice mi cara?

No respondí.

No supe qué decirle. Solo quería buscar la manera de que confesara su noche de pasión con la becaria. 

—No he podido acostarme con Vanesa porque no puedo dejar de pensar en ti —soltó—. No podría acostarme con otra mujer sin tenerte en mi mente. Y eso no me gusta.

Vaya, vaya... así que me había instalado en su mente.

Interesante.

—Señorita Abigail... suélteme el collar —dije—. Dé un paso hacia atrás y respete la distancia personal.

—Ambas sabemos que eso no es lo que quieres.

«¡Maldita sea! Claro que no es lo que quiero», pensé furiosa.

Lo que quería era que se lanzase de una vez por todas, repetir nuestro primer encuentro, aunque fuera en los sillones de la sala de descanso. Quería que su mano indagase por mi entrepierna. Quería ser toda suya. Pero no era el momento.

—Dé un paso atrás y guarde la distancia personal, le digo.

Si no lo hacía ya perdería los papeles por completo. Tenerla tan cerca me excitaba. Mi cuerpo ardía. Necesitaba tocarla, besarla, acariciarla.

Addison LaneUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum