Capítulo diecinueve

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 —Está celosa.

—¿Celosa?

—Está Celosa —Volví a repetir.

—La jefa está celosa de Vanesa —Repitió Rose sin poder creerse lo que estaba escuchando.

El Ambrosía esa tarde de martes estaba despejado. Rose, Elena y yo bebíamos una copa de néctar. Era día para dejar las cervezas a un lado y pasarse a algo un poco más fuerte. Aunque no debíamos de emborracharnos. Ya tuvimos suficiente con la noche anterior. Un martes por la tarde no era momento para perder la cabeza.

—Tía... si está celosa es que le gustas, ¿no crees? —dijo Elena moviendo la copa entre sus manos.

—¿Qué dices? Me quiere para lo que me quiere. Y cuando le interesa.

—Los viernes —especificó Rose riéndose—. Cuando se transforma en súper bollera y sale a combatir el crimen por la noche.

Elena soltó una carcajada y yo las miré con mi cara de asesina.

—Es una superheróina —Elena siguió la broma—. De lunes a jueves es una pija empresaria y los viernes por la noche se transforma para cazar lesbianas.

—¡¡Callaos ya!! —protesté lanzándoles una aceituna a la cara—. Solo os estoy diciendo lo que he visto. Lo de que apareciera con la camisa vaquera de Vanesa la ha dejado fuera de juego.

—Sí que se ha pillado por ti —susurró Rose—. ¿Qué le hiciste en el baño?

—Nada católico. —Se apresuró a decir Elena y ambas volvieron a soltar una carcajada.

—Nosotras te lo hemos dicho ya —continuó Rose—. Tienes que tirarle la caña en el trabajo.

—No voy a hacerlo. Sois muy pesaditas.

—Qué aburrida eres —Elena rodó los ojos.

Bebí un trago de mi néctar y guardamos un silencio que se me hizo eterno.

—¿Por qué no te sientas a hablar con ella? —propuso Elena, sonando más seria de lo normal—. Habláis de vuestros sentimientos. De qué significáis la una para la otra. No sé... hablando se entiende la gente.

Alcé los ojos y posé la mirada en ella sin levantar la cabeza. Removí inquieta la copa entre mis manos. ¿Cómo me iba a sentar a hablar con Addison de... sentimientos? ¿Estaba loca o qué? Mientras mis amigas no paraban de hablar, de darme consejos y de decirme exactamente las palabras que tenía que usar (les faltó escribírmelas en un papel), yo dejé volar mi mente. Tuve claro que lo mejor era esperar. Esperar a que llegase el viernes. ¡Bendito viernes! Y volver a buscarla, volver a ese garito cutre. Seguro que si me deseaba tanto como yo a ella no tardaría en aparecer una noche más. Entonces..., cuando apareciera seria el momento de dejar las cosas claras. De hablar sobre lo que estaba pasando, a qué estábamos jugando. Cuando súper bollera apareciera con su chaqueta de cuero por el garito, podrían pasar muchas cosas.

—¿Hasta el viernes? —protestó Rose—. ¿Te vas a esperar hasta el viernes?

—¿Y si no aparece? —dijo Elena.

—Aparecerá. —Soné segura, como si lo tuviera claro porque hubieramos quedado.

—Menuda relación extraña estáis creando —Rose negó con la cabeza—. Si estoy yo en tu pellejo me da un infarto en el trabajo.

—Sí, tu entrepierna sí que sufriría algún que otro infarto —añadió Elena.

—Joder, todas las putas mañanas que le viera la cara —siguió Rose.

Addison LaneWhere stories live. Discover now