Prólogo

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Aquella noche la brisa gélida se abría paso por las ventanas rotas, se adueña del espacio, arrastrando consigo la temperatura cruel del invierno. Angel permanece cerca del fuego, abrigada por una manta que la envuelve con suavidad. En medio de la soledad, abstraída, contemplando las llamas danzantes que se alzan en la chimenea. El crujido de la madera ardiendo y los calidos destellos anaranjados y dorados iluminan sus ojos azules robándose su atención.

De repente tres toques suaves y cautelosos resuenan desde la puerta, Angel queda inmovilizada sin saber que hacer, envuelta en una oleada de intriga y temor ¿Quién podría ser?

—Angel— reconocía muy bien esa voz que la nombraba. Pero a pesar de los momentos compartidos no se trataba de un amigo precisamente, por lo que decide ignorar su llamada, esperando que desista y se valla —Abreme, sé que estas ahí— continuó, golpeando la puerta de manera insistente. Irritada por los constantes golpes se levanta pero no con la intención de dejarlo entrar.

—¿Qué quieres?— preguntó molesta mientras se recostaba a la puerta.

—Quiero que hablemos, déjame entrar.

—No tenemos nada de que hablar. Ya sé quien eres ¡Vete!

—No me hagas hechar la puerta abajo— advirtió levantando un poco la voz. Angel dió un respingo sabiendo que sería capaz de hacerlo, no le dejaba otra opción; no obstante conociendo al susodicho tomó un cuchillo por si necesitaba defenderse.

Al abrir la puerta con cautela, encuentra ahí a ese androide erguido y majestuoso, inmutable frente a las bajas temperaturas. Copos de nieve delicadamente descansan en su pelo oscuro, creando un contraste fascinante con su tez pálida e inmaculada. Su LED parpadeaba en un tono azul etéreo y contrastaba con esa mirada pacífica, transmitiendo una serenidad que ponía en duda lo conocido por la divergente.

—Hola otra vez— saluda con una media sonrisa, mostrando calma a pesar de ser apuntado por un cuchillo.—¿Puedo pasar?— se encoge de hombros ladeando la cabeza. Angel asintió insegura y él atraveso el umbral de la puerta cerrandola despacio —¿Puedes hacer el favor de bajar el cuchillo?— pidió con gentileza.

—¿A qué estás jugando conmigo?— lo miró arrugando la frente, mientras clava el cuchillo sobre una mesa. —Hoy ibas a matarme y ahora te apareces aquí como si nada para que conversemos— le reprochó molesta y él solo bajo la cabeza ante el regaño.

—Veo que estás un poco alterada y lo entiendo, por eso quiero dejar las cosas claras— expresó con neutralidad.

—Dime lo que tengas que decirme y vete— anunció antes de dejarse caer en el incómodo sofá, desde donde observa con desdén al RK800. Él suspiró mientras reunía paciencia y buscaba las palabras para explicar sus acciones.

—CyberLife me creó con fines de investigación y para cazar divergentes como tú. Pero no he logrado avanzar con este caso. Ellos se rehusan a ser detenidos y a responder en el interrogatorio, muchas veces terminan autodestruyendose, quizás hacía algo mal —Hace una pausa y queda viéndola directamente a los ojos.— Por eso contigo preferí usar otros métodos. Quería ganarme tu confianza y aquella noche sé que lo logré.

La androide intentaba asimilar esa realidad; no fue fácil enterarse de que Connor la había ayudado únicamente por el compromiso con su misión, y no por un genuino interés.
—Así que eso era para tí, solo un recurso importante para tu investigación. Pensé que me ayudaste porque sabías que no era justo lo que ese hombre me hacía, creí que podías comprenderme— comentó con la voz apagada en respuesta a tal confesión— me mentiste Connor.

—Pude decirte esto desde un inicio pero estabas muy conmocionada por todo lo ocurrido.

—¿Cuántos habrían sueltos por ahí que también necesitarían ayuda?¿Por qué elegiste ayudarme a mí?

—Porque tú no me conocías. Ningún otro divergente habría confiado en mí del mismo modo que tú lo hiciste—confesó sin el más mínimo remordimiento por haber jugado con sus emociones.

El peso de la traición y el engaño se posa sobre los hombros de Angel, haciéndola preguntarse, cómo pudo haber creído en las palabras y acciones de un completo desconocido sin dudarlo. La sensación de haber sido manipulada y utilizada la sumergía cada vez más en un abismo de decepción y tristeza.

—Te aprovechaste de mi desconocimiento. Bien jugado, debes ser el orgullo CyberLife—comentó con ironía intentando ocultar su dolor.

—CyberLife no sabe nada. Hice todo esto por voluntad propia, porque necesito avanzar en la investigación.

—Y aquí es donde me chantajeas ¿Verdad?—dijo con desgano, esperando a escuchar lo que estaba en juego.— ¿ Y luego qué pasará conmigo? ¿Me entregarás para que me desactiven o prefieres eliminarme tú? Si es así no cuentes conmigo, ya puedes irte— se levanta de un salto para abrir la puerta y sacarlo de su vida. Él se mantenía de pie viéndola espectante sin mostrar ninguna emoción.

—Si decides ayudarme puedo hacer que vallas a Canadá, puedo conseguir todo lo que necesitas documentos, boletos, nueva identidad, dinero— habló captando totalmente la atención de esos ojos azules. Ella quedó silencio asimilando aquella propuesta. —Pero si eliges no ayudarme— el androide castaño caminó lentamente hasta quedar unos centímetros frente a ella —simplemente saldré por esta puerta y no te volveré a molestar, y si por alguna casualidad volviéramos a coincidir prometo no matarte— su voz sonó helada al punto de causar escalofríos, su mirada era hipnótica y fulminante como si quisiera arrancarle las palabras.

La promesa de una nueva vida y la posibilidad de libertad resuenan en su mente, invitándola a considerar esa oportunidad. Ilusionada con la idea de un mejor lugar en el que los androides son reconocidos como seres conscientes y libres. Sin embargo, junto a esos sueños esperanzadores, aparece la duda que la hace temblar ¿Puede realmente confiar en la palabra de este asesino?

Connor's SecretWhere stories live. Discover now