Capítulo 29

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Los de la Cruz era conocidos por ser una familia de alcurnia en Latinoamérica, no había cuidad o país que no conocieran de ellos por su fama y grandes riquezas.

Alexander sabía lo que su apellido pesaba y la responsabilidad que traería ser el nuevo primogénito y heredero de su familia, pero todos los esfuerzos que había producido se derrumbaron de un solo golpe en un día común de su corta vida.

Su género logro ser revelado. Una gran noticia controversial que recuerda como su sucediera justo frente a su ojos.
Era doloroso de admitir, pero ese vago momento se reproducía en su mente sin parar aún en su adultez, lo recordaba con pesar.

Recordaba los gritos y la amargura que vivían en la mansión familiar, si bien era usual presenciar los debates de alto espíritu entre los integrantes o los problemas que la familia padecieran, las criadas debían tapar sus oídos y alejarse de las puertas por la venenosas e hirientes palabras de su pequeño joven amo.

Alejado del resto de su familia en una habitación encerrado bajo llave, con desesperación llorando y perfumando el lugar con sus tóxicas feromononas, el joven omega que era se prometia incontrolable.

—¡Dejame, dejame!—grita Alexander alejando y empujando a su madre, con el desgarro en su garganta era conciente que no debía elevar la voz, pero la furia e inseguridad nublaban su razón.

¿Pero que razón podría tener un niño de catorce años de edad desarrollandose un mundo como el suyo?

Su madre, Elizabeth buscaba calmarlo con sus palabras pero no puede acercarse más a su tierno hijo por su aroma, ella podía desmayarse y caer pero con todos los esfuerzos en sus sentidos solo le interesaba su hijo.

—Alexander cálmate, coopera conmigo y escucha—le súplica sin cambiar el nivel de intensidad en el ambiente pero el omega yaciente en el suelo no deseaba escucharla, no deseaba escuchar a nadie.

—¿Ayudarme es obligarme a cambiar y a conocer alfas? ¿Es abandonar lo que creía ser y adaptarme a un nuevo entorno porque soy un omega?
—pregunta deteniendo los forzejeos con su progenitora, Elizabeth sabe a que se refería cuando sus días se transformaron en un infierno.

—Esas no son mis intenciones, tu padre te trajo aquí hasta que aprendas a contratarle, debes superarlo hijo —intenta hacerlo entrar en razón.

Alexander quiere cubrír sus oídos, conocía a su padre y sabía de lo que era capaz de hacer, su vida dió un giro completo y solo imaginar lo que le sucedería era tenebroso.

—Mientes, todos me mienten, así aprenda a controlar mi cuerpo seguiré encerrado, no me dejara salir nunca más ¿Cómo podría mostrar a su preciado hijo, la nueva vergüenza de la familia?

Alexander cubre su rostro, sus ojos ardían de tanto llorar que no quería ver ni su propia sombra.

—Nisiquiera es capaz de mirarme directamente a la cara, como si no me soportara —piensa lamentable, era como si los años hubieran retrocedido y viviera lo que vivió antes .—Lo he decepcionado, lo volvimos a decepcionar.

¿Ahora solo servire para ser la compañía de los alfas?¿para ser un juguete o un adorno bonito que guardarán en sus bolsillos?

Su cabeza se llenó de esas interrogantes, su cuerpo estaría sucio.

—Pensé que sería igual que él, sería la excepción de esas características abominables, pero resulta que soy el objeto por lo que son tan reconocidos—sus lágrimas recorren sus mejillas. El espejo frente a él le mostro una figura suya que no había admirado antes.

Era una pobre criatura que antes estaba creciendo, marcando cicatrices en vano y llorando sangre, lo odiaba. Sus manos empujan y derriban el objeto colgado en la pared, el vidrio cae sobre la alfombra donde sus pies pisaban.

Dominancia ExtremaWhere stories live. Discover now