Acto 2

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La situación fue subiendo de intensidad, aquel hombre alzó la falda de aquella jovencita de ojos esmeraldas a la cual la comenzó a acariciarle la entrepierna con vehemencia; sentir como sus dedos la dejaban poco a poco mojada y las torneadas piernas le temblaban, le fascinaba por completo a ese hombre de ojos miel, sobre todo porque ella simplemente no le negaba nada y eso le enloquecía cada vez más a ese castaño que la poseía sin recelo alguno. Poco a poco se comenzaron a escuchar unos pasos que se acercaban, lo que hizo que ambos se separarán al instante, Hanako se agachó y comenzó a recoger los papeles del suelo, Shang bajó a ayudarle y en ese preciso instante ingresó una de las compañeras del salón de esa niña de verde mirar, quien buscaba a su profesor con una excusa más que lastimera.

—Profesor, necesitamos de su ayuda en el salón —la voz de la joven era dulce, pero le parecía irritativa a la jade, pues se veía a todas leguas que se le quería aventar al castaño, su mirada penetrante en color esmeralda fue notoria para ese hombre que sonrió para sí y se levantó con cierta lentitud—, por favor profesor.

—En un momento más iré, todavía no termino de explicarle bien a su delegada qué más funciones hará.

—Lo espero aquí afuera profesor. —Sonrió.

—Para nada —respondió con seriedad—, usted no tendría que haber salido del aula, regrese por favor.

Esa chica de cabellos negros y ojos lila guardó para sí una mueca, pues realmente quería regresar con ese nuevo profesor, bastante molesta asintió sin dejarle ver su inconformidad y comenzó a caminar para regresar a su salón, mientras esa castaña sacaba el aire de sus pulmones, suspirando varias veces.

—¿Qué más he de hacer? —dijo Hanako con afán a desviar la atención de aquel momento sumamente incómodo.

—Básicamente es entregarles a tus compañeros los trabajos que yo te de a tí, algunos serán en papel y otros por correo, además de hacerme llegar los trabajos de todos en la sala de profesores.

—Entonces soy la encargada de darles sus copias y llevarte su tarea.

—Algo así.

—Mandame todo por correo, será más fácil para mí —dijo un poco desganada, casi indiferente.

—Pensaba en que podrías ir a mi departamento y ahí darte los materiales —le guiña un ojo—, ¿qué dices preciosa?

—Digo sensei que eres muy atrevido —se ríe—, nos estamos metiendo en serios problemas, por poco la odiosa de Kino nos descubre, y se le nota a leguas que se te quiere aventar.

—¿Te molesta? —preguntó sarcasmo.

—Hmm, prefiero no hablar de eso.

La abrazó con fuerza y besó su cuello marcándolo un poco, susurrando a su oído: —Dejaré de ser tuyo hasta que dejes de ser mía, ¿te parece?

Esa chica de mirada jade y cabello castaño abrió de par en par los ojos sonrojándose hasta las orejas, se alejó de él solo para que no le viera el rostro de color carmín, abanicando con las hojas que tenía en su mano, sonando muy débil su voz: —Sí.

Ese hombre beso su cabeza y salió de aquel cuarto, ella se quedó ahí por unos minutos más sacando las copias de sus compañeros, sonriendo por todo, sabiendo que si alguien se llegaba a enterar de esto, se metería en serios ¡No! En muchos problemas, pero más que ella, él, odiando que tuviera que ser así, pues era bastante consciente de las cosas y que no quería que algo malo le sucediera.

En el pasado esa chica llegó a experimentar una situación algo similar con un chico que trabajaba con ella un año atrás, un joven guapo tres años mayor, alto, complexión delgada, de lentes, ojos café, cabello grisáceo, bastante amable, bastante dulce, fue con él que Hanako decidió iniciar actividad sexual; Yuna Yukawa era un joven bastante popular, rodeado de varias chicas, pero a ninguna le daba el suficiente interés, esa jade se sintió especial de algún modo ya que él la procuraba un poco, creyendo qué posiblemente habría un chance, y así fue, ambos habían aceptado ser compañeros con beneficios. Pero pasado el tiempo, unos escasos cinco meses, Yuna le dio la noticia a esa chica de ojos esmeraldas que había conseguido un novia, algo que decepcionó un poco a la jade, pero que sabía que no podía reclamar absolutamente nada dada la informalidad de su extraña situación entre ambos, y tampoco le podía reprochar que quisiera ser feliz con alguien que no era ella, siendo bastante consciente que las personas son egoístas por naturaleza y que era mejor limitarse a no tratar con los demás. Pesé a todo, ella siguió saludándolo con amabilidad y él también, pero a la novia de ese chico de cabellos grisáceos eso no le agrado, hasta que una tarde de noviembre aquel joven que iba paseando con su novia la ignoró, supo entonces Hanako que era tiempo de dejarlo por completo, aceptando algo de lo cuál ni su opinión le había tomado, confirmando que así debía ser.

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