Acto 10

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Mamorita Kino era una chica bien conocida en toda la institución escolar, una niña afortunada hija de empresarios exitosos en el ámbito de las jugueterías, un hermano diez años mayor que ella, profesor de historia en la universidad de la ciudad, casado con una prestigiosa mujer que a Mamorita no le agradaba del todo y por tanto no toleraba. Mamorita era una chica que le gustaba estar bien informada de todo lo que pasaba a su alrededor, sí bien el fin de eso nunca fue el divulgar en cierto modo lo que llegaba a sus oídos, era conocida por chantajear en más de una ocasión a más de uno dependiendo del beneficio que pudiera conseguir; aquella jovencita había logrado ganarse una reputación consolidadamente temible como guardiana indiscutible de los secretos, era bien sabido qué sí no querías que tus oscuros arcanos fueran revelados, deberías tener cuidado de mantenerlos ocultos de esa hermosa arpía de encantadora mirada lila y cabellos como el ébano.

Cuando Mamorita ingresaba a su aula de clase, lo primero que notó fue a su querida delegada en compañía de ese joven de tez blanquecina y ojos azul profundo, ninguno decía nada, lo que indiscutiblemente la hacía sospechar en gran medida sobre las verdaderas intenciones que ese chico de nombre Kaito pudiera tener sobre Furukawa-sempai, ya que se había enterado con anterioridad que esa castaña de baja estatura lo había rechazado, el último día de sus vacaciones de verano, información que no paso en nada desapercibida por la señorita Kino, pese a los esfuerzos que realizó por encontrar más detalles que rodeaban a esa dulce castaña que Mamorita admiraba nunca encontró nada que rondara a esa chica, llevándola a sospechar aún más de ese muchacho de cabello azulados cual cuervo y sus verdaderas motivaciones. Esa lilacea conocía muy bien el valor de lo que significaba tener información, estando decidida a que nada ni nadie enmansillara el buen nombre de su delegada a la cual ya le había cogido un gran cariño, desde que para ella Hanako Furukawa se había mostrado frágil ante su persona, algo que sin lugar a dudas para Mamorita Kino fue real, mientras que para Hanako era solo una completa actuación.

Esa niña de ojos como el jade se percató de la presencia de Kino, la chica de ojos lila, sí bien su plan nunca fue crear justificaciones de sus actos, lo tomó como algo positivo que podría utilizar en el futuro de ser necesario este evento tan fortuito; Difrey percibió lo pensativa que se mantenía Hanako ante la presencia de la chica recién llegada, de la cual era más que consciente que esa ojiverde no era muy allegada. Ambos jóvenes se veían con fijeza intentando descifrar lo que pensaba el otro, sin embargo cayeron en cuenta que su comportamiento terminaba siendo muy infantil y hasta sospechoso para esa chica de cabello negro, lo que los llevó a reír de una manera cómplice yéndose cada uno a su asiento dejándo a esa lilacea más confundida de lo que ya estaba.

El día transcurrió con mayor tranquilidad, después de tan intensas emociones, estas fueron poco a poco disminuyendo de la mejor manera, lo suficiente para estar en completa paz y realizar sus actividades diarias, así resultó hasta la tarde que tenía práctica del club, Hanako entraba al gimnasio, pero no contaba con la grata sorpresa de que su co capitana ya estuviera ahí esperándola con su característica sonrisa de par en par, Naomi se acercó con alegría a su líder de grupo, esa niña de dulce mirada esmeralda.

—Hola Furukawa-sempai.

—Hola Naomi, no esperaba verte por aquí hasta más tarde.

—Lo supuse, pero vine a advertirte —Hanako la miró con extrañeza, sintiendo incluso algo de temor—, lo más seguro es que las chicas quieran mimarte el día de hoy —concluyó con vergüenza en su palabras.

Hanako suspiró con una rara sensación en sus adentros, pues sí bien las palabras de Mihara no resultaron tan graves como lo pensó en primera instancia, aún experimentaba esa chica sus reservas, y Hanako al ser tan expresiva se hizo notar sus pensamientos con un gesto fruncido. Llegaban corriendo sus compañeras del club, las cuales comenzaron a bombardear a Hanako con múltiples preguntas, situaciones, comentarios, consejos y cuidados, sintiéndose esa jade bastante invadida por ellas, hasta un poco frustrada al ser incapaz de poder responder a sus comentarios por el exceso de atención que recibía por parte de todas las niñas que la admiraban tanto.

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