Acto 15

18 2 0
                                    

—¡Te odio! —gritó—, te odio tanto por hacerme esto Li, por haberme hecho dependiente de tí, por haberme enseñado la gran ausencia que vivo día a día desde hace tanto tiempo, hoy es dolorosamente claro para mí ver la soledad que me inunda, esa misma que no me había importado con anterioridad pero que no dejaba de estar presente conmigo, me hiciste tanto desde que te conocí, al elegirme a mí —gritó–, sobre tus metas, ¡Ha mí! —derramó con efusividad sus lágrimas—, sobre tu trabajo, sobre tu familia, ¿Qué clase de loco haría eso? Decidiste darme un cariño desinteresado, y ¿Por qué? ¿¡Para que la señorita fuera consciente del desapego emocional qué sufre a causa de sus padres!? —dijo con sarcasmo—, aún cuando no es tu responsabilidad, me forzaste a ver que solo soy una maldita huérfana que anhela tanto el amor de sus padres que nunca estuvieron ahí y por tanto nunca estarán ahí, ¡Deseo sentir genuino interés!, Algo que sé que jamás obtendré, porque simplemente la vida, el universo o Dios no quiere que yo lo tenga. Quiero algo que tú nunca me podrás dar, y al mismo tiempo eres tú la única cosa que más deseo. Porque sencillamente, ya estoy harta, harta de tener que continuar pese al resquebraje de mi alma rota, ¡Estoy rota, lobito! —se barrió su voz—, no voy a poder sola, te necesito —susurró—, no me dejes sola, no me abandones porfavor, te lo suplico, no me importa lo efímero de tú estancia a mi lado, no me sueltes, eres tú todo lo que tengo, sin tí me volveré a sumir en mis miserias, me terminarán consumiendo de a poco, no sabría volver a ser ese ser frío carente de sentimientos, no podría, pero no podría porque no sabría, esto me terminaría destrozando la vida misma, me quedaría en un limbo, varada, sin retorno, ¿Qué se supone qué haga ante algo así? ¿Sólo finjo qué nada ha pasado? ¿Qué nada me ha afectado? ¿Qué no me hace daño? ¿Por qué lo hiciste Li? ¿Por qué tomaste lo poco de mi alma y la rompiste por completo? ¿Por qué no me advertiste?, Simplemente ¿Por qué? —permitió esa jovencita de ojos jade continuar abriendo su dolor ante él—. ¿Qué ganabas al mostrarme lo estropeada qué estaba mi alma? ¿Por qué hacer tantas cosas dulces por mí si acabaría yo de esta manera? Ya no sé qué más decir o qué hacer, ¡Estoy sola! Ya lo sabía, eso ya lo sabía y las palabras bonitas no me salvarán está vez, ahora, no hay nada qué lo pueda hacer.

Shang no le dijo nada en absoluto, dejó que el derramar de las lágrimas de esa su niña mojaran más aún su pecho, permitió que sus acciones la colmaran de afecto, de comprensión, de empatía, de seguridad, sí bien era más que obvio que la situación pintaba realmente muy mal, no pasaría por alto los sentimientos de esa jovencita de ojos jade, para Shang Li, Hanako Furukawa era realmente importante, pues jamás en la vida esa hombre de veintiocho años se había aferrado con tanta fuerza a algo, siendo Hanako su propia ancla en sus momentos de turbulencias marítimas.

—Te odio —dijo con el quebrar de su frágil voz.

—Pues yo te adoro —respondió con una apabullante sonrisa en su rostro, logrando que esa niña de ojos jade quedará pasmada.

—Te odio tanto que me duele decirte lo mucho que te odio porque es una cruel mentira.

—Lo sé —la miró lleno de comprensión—, no está mal que me odies, pero sé consciente que eso te terminará consumiendo de a poco preciosa —concluyó con una encantadora sonrisa enmarcada en su singular rostro con bellas facciones.

—Lobito...

—Cásate conmigo —tomó con dulzura sus pequeñas manitas—. Así nunca más estarás sola, pues yo estaré a tu lado, te cuidaré y protegeré, te daré absolutamente todo eso que más anhelas tener, seré siempre tuyo, nunca te abandonaré, y nunca jamás tendrás que temer por la soledad, mi reina.

Hanako miró fijamente los ojos color ocre de su profesor de matemáticas, aquellas palabras resonaron con fuerza en su ser, ¿Cómo podría simplemente reponerse a él? Bajó su rostro con un poco de llanto en sus orbes jade, suspiró un poquito para nuevamente alzar su rostro, ese mismo que demoraba orgullo y fortaleza dónde no la había, pero que para todos los demás existía. Se alzó de puntitas para besar los dulces labios de aquel hombre de uno ochenta de alto y miel mirar, el cual azotó la puerta principal con fuerza, tomando en sus brazos a esa chica que se ataba a él, Shang Li era muy consciente de lo que Hanako Furukawa necesitaba de él, sin embargo entendía que más allá de ese apego y relación física, existía más, algo de lo cual nunca denominaron, algo que simple y llanamente llamaron su algo, eso que los unía y los convertía en un todo y un nada, aunque dada la ausencia de un todo en la vida de Hanako, Shang se propuso ser lo que esa, su pequeña niña necesitará.

Di mi nombreМесто, где живут истории. Откройте их для себя