Acto 20

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Catorce de marzo, cinco treinta de la mañana, día blanco.

Hanako se encontraba atada al cuerpo de ese hombre de seductora sonrisa en esa amplia cama, el cual la devoraba con gran ferocidad, sin disimulo alguno, sin contrariedad, Shang Li se había dedicado a disfrutar de esa pequeña niña entre sus brazos, los cuales la sostenían con energíca pasión, aquella jade simplemente no se podía oponer a los deseos carnales de aquel hombre de uno ochenta de alto; sus entradas y salidas eran en realidad agresivas, haciendo gritar sin control alguno a esa chica de orbes esmeraldas. Esa cama se volvía particularmente pequeña para la ferocidad con la que poseía a esa, su niña, las piernas temblantes de esa dulce jovencita ataban con débil fuerza a ese castaño, Shang la mantenía sosteniendo de sus pequeñas y suaves manos, cual prisionera, besándola con gran pasión y lujuria, sintiéndose su dueño absoluto, Hanako suspiraba de manera entrecortada, todo ese placer la dejaba sin aliento, sobre todo cuando sabía que él estaba buscando precisamente eso; los espasmos en su interior no se hicieron esperar, contrayendo su frágil y voluptuoso cuerpo, experimentando esa niña el éxtasis absoluto mientras ese hombre la seguía utilizando con gran rudeza, hasta el culminó de esa excitación.

—Me encantas preciosa —dijo jadeando—, me encanta tenerte. —Sonríe.

—Me dices eso todas las veces que lo hacemos —responde un poco entrecortado, sonriendo dulcemente—, eres un pillo sensei.

—Sí bueno, no puedo evitar encantarme más de tí a cada día, adoro que vivas conmigo, preciosa.

—¿Por qué sensei?

—¿Cómo qué por qué? Me encantas.

—Lobito travieso. —Sonríe dulcemente.

—Solo contigo mi reina —le guiña el ojo—, quédate aquí preciosa, yo haré el desayuno.

—¿Pretendes qué me quede aquí sin hacer nada hasta qué vuelvas con charola en mano?

—Sí. —Sonríe seductoramente.

—¿Y qué se supone qué haga?

—Duérmete sí quieres, ve la tele, lee un poco, sólo quédate en cama.

—¿Por qué lo haces lobito? No lo merezco.

—Te mereces el cielo mismo, y yo me haré cargo personalmente de entregártelo, me haces tan feliz, mi reina.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Lo qué quieras saber.

—¿Viviste en comunidad con la señorita?

—Nunca viví con alguien que no fueran mis padres, o mis hermanos, o solo. Eso te hace la primera. —Vuelve a sonreír.

Hanako sonrió un poquito, se percibió el sonrojar de su carita, desviando un poco su mirada esmeralda, Shang entonces se levantó, besó a la espalda de esa niña y salió de la habitación en dirección a la cocina, dejando a esa niña con una suave sonrisa y una ilusión creciendo en su interior.

Los segundos se volvieron minutos y Hanako se mantuvo en aquella cama tal y como ese castaño se lo había pedido, tomó el libro que estaba leyendo la noche anterior el cual había dejado en el buró de al lado, abrió sus páginas y se sumergió en aquel maravilloso relato que la aislaba de cualquier cosa a su alrededor; Shang la miraba con una enorme sonrisa en su rostro, maravillado de esa niña, su niña, Hanako al darse cuenta de su presencia se irguió dejando sus hermosos ojos jade fijos en ese hombre junto a la puerta de esa habitación con charola en mano.

—¿Ya lo terminaste de leer? —dijo acercándose a ella.

—Ya casi, me faltan cómo diez páginas.

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora