Acto 33

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—¡¡¡Shang!!! —gritaba con fuerza.

Él no lo dudó ni por un instante, se lanzó al abismo en un acto de auténtica desesperación para poder salvar a esa su niña de ojos esmeraldas. En aquella penumbra que significaba aquel precipicio logró sostenerla en el aire, la envolvió con fuerza en sus brazos, aferrándola a su pecho como si con ese acto nada ni nadie en la vida o en la muerte la podría arrancar de su entero ser, siendo ella su última y más preciada posesión. Las manos de Shang sostenían su cabeza con desesperación, mientras Hanako se acurrucaba a él, la incertidumbre era basta, era palpable, suspendida en el aire. Y, en eso, el estruendoso chasquido del agua resonó por esa zona, una singular sinfonía ominosa que cortó el silencio; el horror se apoderó de todos los presentes, pero había un rostro en especial que reflejaba un terror absoluto, una mirada lila se asomó por la abertura de la cabina de aquel teleférico, lo que esos ojos presenciaron provocó un vuelco incontrolable en su estómago, sintió el hastío y la repugnancia de absolutamente todo.

Cada segundo era una eternidad que se extendía como calvario mientras la tragedia se desataba en el agua turbulenta. El grito desgarrador de Naomi resonó por el aire, su voz rota, quebrada, cargada de desesperación clamando el nombre de esa, su mejor amiga, la angustia se transformó en martirio, dónde la incertidumbre, la zozobra y el miedo se entrelazaban en una cruel danza, aguardando el instante en el que ambos salieran de ese oscuro abismo acuático. Las aguas turbulentas comenzaban a templarse, el ondar del agua se apaciguaba cerrando para todos la ligera esperanza ante un mejor panorama. El abrumador silencio era tal, que los segundos se sentían una perpetuidad, dejando atrás un rastro de incertidumbre y angustia.

Naomi, aún con lágrimas en sus ojos observaba impotente desde la ladera en la que se encontraba hasta el lago, su voz, atrapada en un grito que se negaba a salir, Kaito presa del shock absoluto, mantenía su oceánica mirada clavada a las ya inexistentes ondas del agua, sus compañeros mantenían sepulcral silencio; llegaba la cabina dónde yacían esas cinco chicas, Mamorita aún catatónica era jalada por sus amigas, qué, preocupadas por ella la llevaban hasta una roca y la sentaban, el temor y la preocupación inundaba la mirada de absolutamente todos en el grupo tres, incapaces de poder procesar todo aquello que acababan de presenciar.

Mientras tanto, en las profundidades oscuras de ese lago se encontraban Shang y Hanako luchando contra las corrientes del agua helada, una lucha incansable contra el frío brazo de la muerte, una escena paradójica dónde el tiempo parecía detenerse, dónde la visibilidad se va perdiendo de a poco, dónde lo escaso del aire se va perdiendo con tanta facilidad. Shang nunca se atrevió a soltar a esa su niña de ese firme agarre alrededor de ella, un escudo protector de aquella oscuridad que los rodeaba, resonando con gran agudeza lo antes vivido con esa niña de hechiceros ojos jade, dándole la fuerza suficiente, más no la necesaria para no desistir. Cada patada, era considerado un logro mismo, cada esfuerzo de un redoble loable de lo que más amaba, un testimonio de una voluntad inquebrantable, una resolución resiliente. Y, de repente, en aquella superficie, un remolino de agua se formó, las manos de Shang emergieron, sosteniendo a Hanako, luchando por alcanzar la orilla; el silencio de aquella ladera se rompió por la emoción de todos los estudiantes al ver brotar a su delegada y profesor de grupo, Naomi se caía de rodillas, suspirando con algo más que solo alivio, siendo ahora sus lágrimas un cobijo de alegría, Kaito se permitía llorar también, todos se empezaron a organizar, se dirigirían a la orilla de ese lago.

Shang que estaba cerca de esa niña la miraba detenidamente, ella simplemente lloraba ante él.
—¿Estás bien? —la abraza—, dime qué estás bien.

—¿Por qué lo hiciste? No debiste hacerlo, fue tan estúpido —habló con miedo.

—No podía simplemente abandonar lo qué más me importa, no podía dejarte caer, la vida carece de sentido sin tí.

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora