Acto 8

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—Nunca preciosa, sin importar qué, yo estaré contigo para siempre.

—Gracias —dijo débilmente mientras sonreía.

Ambos, profesor y alumna se vieron fijamente, se dirigieron al comedor y desayunaron en completo silencio, algo que supo agradecer esa niña de ojos esmeralda pues su alma se sentía amedrentada en muchas formas que ella quería solucionar y que sin embargo no sabía cómo lidiar, al terminar con sus alimentos ese hombre entrelazo sus manos, diciendo más con sus acciones y sus silencios que con su propia voz, besó el dorso de esa pequeña manita que sostenía con gran ternura y le sonrió con gentileza, actitudes sumamente sencillas que conmovían mucho a la chica a su lado, ella por su parte le dio una dulce sonrisa y levantó la mesa, comenzó a lavar los platos y a acomodarlos en aquella alacena, Shang la veía maravillado por su comportamiento, sí bien esa pequeña niña no tenía necesidad en absoluto de portarse de esa manera le conmovió mucho que simplemente le naciera hacer algo de esa índole, Hanako sintió el observar de ese hombre castaño y se avergonzó un poco, pues sabía a la perfección que siempre esas miradas de parte de aquel profesor venían acompañadas de una calidez que ella desconocía y a la vez le era tan familiar, con una tímida sonrisa, esa dulce niña le habló.

—Disculpa mi atrevimiento, no pretendía ser invasiva, es solo que soy algo, bastante maniática a la hora del aseo, espero que no te moleste que lo hiciera.

—Tranquila encanto, no hay detalle, pero me parece un tanto curioso. —Sonrió ampliamente bajando la tensión que se había generado de un instante a otro.

—Gracias, no quisiera que pensarás que llegaré a irrumpir en tu espacio, sobre todo con mis repentinas visitas prolongadas.

—¿Por qué es qué te afecta tanto?

—No es como que me afecte, pero no puedo llegar y violentar tu espacio, tus cosas, tu estilo y ritmo de vida.

—¿Y sí fuera yo el qué te dijera qué está bien?

—No comprendo porque harías una estupidez de tal magnitud.

—Hmm —alza sus hombre minimizando la importancia—, eres tú.

—Todo se remonta a eso, ¿Por qué? —preguntó dulcemente.

—No tengo problemas en que seas tú preciosa, sinceramente eres solo tú a la única que le he permitido extralimitarse en muchos aspectos.

—¿Y cuál es el impulso idiota qué te hace hacerlo?

—Ja ja ja, impulso idiota, ja ja ja —hizo una pausa larga—. Sí te lo dijera encanto, perdería la gracia.

—¡¿La gracia!?

—Sí, la gracia de verte sonrojada, de hacerte reír, de que te preocupes por mí —respondió con una sonrisa coqueta—. Además, no te preocupes por irrumpir en mi espacio, me gusta que estés aquí, eres una persona muy especial para mí.

Hanako sonrió, se acercó a él y le dio un suave beso en los labios, agradecida por sus dulces palabras llenas de algo que ella simplemente definió como calidez.

—En ese caso, un día vendré a ayudarte con la limpieza de este departamento —dijo divertida al tema.

—Pero está limpio —anunció con gran asombro.

—Obvio no.

Shang no pudo evitar sonreír, sintiéndose importante para esa niña que le decía aquellas cosas.

Pasó el tiempo con algo de prontitud, la hora en la cual esa niña debía irse llegaba, vestida igual qué el día anterior se despedía de ese hombre que era su profesor, algo nerviosa de aquella salida con sus compañeras del club.

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