Acto 7

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Eran aproximadamente las dos de la madrugada, Hanako y Shang seguían teniendo relaciones en esa suave y amplia cama de aquel jóven profesor de matemáticas, el deseo del cual eran víctimas era grande, pues no permitía que ninguno estuviera dispuesto a ceder, no importando el claro cansancio que se hacía presente con cada embestida proporcionada por él, algo que enloquecía un poco más a esa niña de ojos verdes y eso lo notaba Shang, ese hombre se acercó al lóbulo de la oreja de esa su niña para comenzar a lamerlo y susurrarle con suavidad.

—Di mi nombre.

Hanako quería contenerse, no quería doblegarse ante aquella petición suya, pues su voz realmente le resultaba delirante, aunque la realidad al tema es que ella sabía perfectamente que aunque no lo gritará, aunque no lo llamará por su nombre, él era el único que la podía poner así, deseosa, frágil, tierna, amable, enojada, Shang se había convertido en un ser excepcional, pues él y sólo él conocía tanto de Hanako aún cuando esa niña había decidido no ahondado tanto en su vida, sin embargo seguía siendo ese profesor todo un caso singular, pues descubrió tanto de ella, llámese en la intimidad de sus espacios, en la cama, en su cuerpo y alma, siendo consciente ese hombre castaño que esa "su pequeña niña" ya le pertenecía por completo, Hanako sabía muy bien que su profesor estaba ganando esa apuesta, pues a pesar de ella no estar dispuesta a ceder ante el llamado de ese castaño, lo cierto era que el juego lo había perdido desde que supo que ese hombre era su nuevo profesor de matemáticas y aún así no se inmutó en alejarse de él, sin embargo el orgullo de Hanako Furukawa era grande y no le haría saber a ese peculiar hombre que tenía el conocimiento y las capacidades de poder doblegar su espíritu, reconociendo Hanako solo en sus adentros que Shang era su completa y totalmente su perdición en todo sentido.

—Anda preciosa, di mi nombre —gruñó—. Te prometo encanto que no contará está vez.

—¿Lo prometes? —dijo jadeando.

—Te lo prometo, di mi nombre.

—No.

Shang aceleró aquellos contoneos dejando salir la excitación de ambos; se dio cuenta aquel hombre que esa niña en sus brazos no cedería tan fácil, al menos a eso, pues él poseía absolutamente todo lo demás de esa pequeña, acarició con ternura su carita y la abrazó, siguió besándola con enorme deseo, pues a pesar de todo aún quería realmente continuar teniéndola.

—Me encantas preciosa —jadeaba.

—¿Seguro qué no tiene nada qué ver con qué te dejó hacerlo cuántas veces quieras? —dijo con sorna.

—Por supuesto que no preciosa —acaricia sus labios—, aunque me encanta que lo hagas, que me dejes hacerlo. —La penetro nuevamente.

—Eres insaciable, ¡Aah!

—Tú me haces insaciable Hanako, eres tú, mi Hanakunu —comenzó a besarla—. Di mi nombre, preciosa, se mía.

—Pero sí soy tuya.

—Quiero todo de tí.

—Tienes todo de mí, ¡Aaah!

—Quiero más —gruñó.

Shang se irguió por completo, subió las piernas de Hanako a la altura de sus hombros mientras las dejaba abiertas de par en par, penetrándola de forma más agresiva, sintiendo como aquella pequeña en sus brazos se contraía cada vez más, degusto de sus labios a su antojo logrando con eso romper levemente su pequeño y suave labio inferior, apretando con fuerza sus senos, siendo un tanto brusco con su delicado cuerpo, dejando salir su éxtasis en ella, haciendo que Hanako también liberará su excitación en un fuerte grito.

El sudor los inundaba a ambos, los jadeos del momento se hacían cada vez más notorios, al igual que el flaquear de sus fuerzas, Hanako titubeante logró decirle con débil fuerza a ese hombre.

Di mi nombreWhere stories live. Discover now