Acto 25

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Martes, última semana de las vacaciones de verano. Hanako se despertaba muy de mañana, podía verse la claridad del día sin aún percibirse los rayos del sol, estiraba su pequeño y frágil cuerpo en completo silencio, se ponía una bata, y se realizaba una coleta alta, salía hasta la cocina y comenzaba a preparaba el desayuno para los dos, como era su costumbre, y, mientras lo hacía le mandaba un mensaje a su amigo de ojos profundos como el océano, el cual tenía escasas tres palabras en el texto: ”Regresé a Japón”.
Continuaba con sus diligencias, sin realizar ningún ruido, solo escuchándose el salpicar del aceite; llegaba hasta ella un Shang todo adormilado, todo soñoliento, y como siempre, la abrazaba por la espalda y clavaba su nariz en su abundante cabello, sintiendo su aroma, su esencia, apretando su agarre, aferrándose un poquito más a ella.

—Buenos días mi reina —decía con ronca voz.

—Hola lobito, buenos días —respondía muy animada.

—¿Tienes planes preciosa? —dijo desganado.

—No. ¿Tú sí? —sonó curiosa.

—El imbécil de Xeng me mandó un mensaje diciendo que venía.

—¿Quieres qué les dé el espacio para qué hablen? —Se giraba por completo, le daba un rápido beso a los labios y sonreía.

—No quiero —respondió sin dejar de mantenerla en sus brazos—, ya lo vimos mucho —hizo puchero—, además, ¿A qué viene el idiota?

—Ja ja ja —se rió con ternura—, pues desayunemos, nos alistamos y después me voy, sirve que les doy la privacidad para conversar mientras voy a casa a revisar que todo esté bien.

—¿Hanako? —preguntó extrañado.

—Hace meses que el lugar está solo, es verificar que todo siga igual.

—¿Estás segura? Puedo acompañarte.

—Tranquilo lobito —acaricia su mejilla—, no demoró mucho, y sirve que tu hermano habla contigo.

Bastante desganado hacía ese hombre conforme ella le había planteado, tras desayunar Hanako limpiaba la mesa y Shang lavaba la loza, solo para después dirigirse al dormitorio, se vestía ese hombre de uno ochenta de alto con una playera negra, bastante ajustada a su cuerpo, un pantalón de mezclilla oscura, alborotando más su maraña castaña por cabello, Hanako sonreía al verlo hacer eso todos los días, era algo que simplemente disfruta ver en silencio, se vestía esa niña con un lindo vestido holgado color blanco de tirantes que le llegaba abajo de la rodilla, se cepillaba el cabello y volvía a hacerse una coleta alta, Shang que había terminado de tender la cama la observaba con fascinación, después de todo, esa era la mujer que más amaba en la vida. Tocaba la puerta principal Xeng, había llegado su hermano mayor demasiado pronto para su gusto, Shang le abría la entrada y esté entraba al departamento con las manos llenas de cajas y bolsas de regalos, la miraba sorprendida de esa chica de ciento cincuenta centímetros de alto lo decía todo, dejaba en la mesa del café junto al sofá absolutamente todo con sumo cuidado, saludando así a sus anfitriones.

—Xiang, cuñada, pareciera que fue ayer cuando nos vimos por última vez —añadió con sarcasmo.

—No, no fue ayer, fue antier —dijo irritado Shang—, déjanos descansar de tí.

—¿A qué debemos su visita, señor Li? —Disimuló un poco.

—Hanako, llámame Xeng, somos familia —respondió muy alegre—, vine por encargo, tengo algunos pendientes en Tokio, estaré por unos días, así que padre, madre y hermanas querían que te entregará esto, todos estos regalos, son tuyos.

—¿Mío? ¿Cómo qué mío?

—La familia lo pensó así por tú inicio de clases.

—¿Iniciar mis clases? Más bien reanudar.

Di mi nombreWhere stories live. Discover now