Chapter four: The First conection never means anything

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—Creo que lo hiciste bien —me hace saber mientras caminamos de regreso al pueblo.
Suelto un suspiro de derrota.
—Espero. Mientras no me congele y olvide lo que he retenido por los nervios, quedaré satisfecha.
En lo que camino me doy cuenta que no me había dado cuenta que cargaba consigo una pequeña libreta negra, donde supongo, debía de escribir sus pensamientos. Esos pequeños detalles me daban indicios qué tipo de persona era. Definitivamente no era lo que proyecta a primera vista. Es muy amable, nunca quita sus ojos cuando estoy hablando y no porque crea que le guste sino por lo que creo que lo hace como una manera de hacer sentir a las personas que las escucha y que está atento. Es alguien agradable con quien he podido hablar y bromear por un largo rato. Sin embargo, aún siento como si hubiera algo más en su persona que no logro descifrar, como si aun no conociera otro lado de él. Me sentí distante y no sabía como podía cambiar eso. Aún así, su compañía no la esperaba pero fue gratificante.
—¿Siempre vuelves tan tarde a casa? ¿Tus padres no se preocupan? —me pregunta curioso.
—No. Están acostumbrados en casa a que siempre estoy fuera —me limito a decir pues no quiero confesarle que no tengo padre y que el novio de mi madre es un abusivo.
Tan solo musita y asiente.
—No creo que debas confiarte y caminar tan noche por estos lugares —me advierte.
—No lo acostumbro pero hoy se me ha pasado el tiempo. Siempre trato de regresar antes de la puesta de sol. Me ha llevado un rato memorizar el texto. Y tú no ayudabas mucho —indicó y le lanzo una mirada juzgándolo.
—Solo te preparaba para que mañana lo hicieras bien —se escuda.
—Riendo y distrayéndome. —complemento.
—Para que se sienta más real. Los demás eran unos complacientes que no tenían dudas y solo te perjudicaban —bromeó.
Solté una carcajada pues no podía creer que se refiera a los maniquíes como complacientes.
—Buen punto —concorde— ¿Escribes ahí? —señale con la mirada a su cuaderno.
—Oh, ¿esto? Podría decirse. Solo en ciertas ocasiones.
Asentí.
—Pues regresas con páginas en blanco.
—Si —esboza una media sonrisa—. Me alegro. —comenta y no entiendo a qué se refiere, solo se que luce satisfecho, casi feliz.
—¿Asistirás a..? —la pregunta queda en el aire cuando de pronto él se detiene.
Lo imito y lo observo con curiosidad. De pronto tiene una expresión seria y comienza a olfatear como si acabara de percibir un olor. Junto mis cejas y por curiosidad comienzo a olfatear para saber qué es lo que huele, sin embargo, no me llega ningún olor en particular a diferencia de él. Vuelvo a posar mi atención en él y ahora su expresión seria ha cambiado a una de inquietud. Cuando se da cuenta que aún se encuentra conmigo, se percata que no está solo.
—Yo, no me siento bien... —se apresura a decir casi en un murmullo. Luce apresurado por lo que lo único que puedo hacer es asentir y decirle que está bien.
Luce conflictuado por tener que irse y dejarme a mitad del camino.
—Yo se llegar. Vete si tienes que irte, en serio —le aseguro.
Traga grueso y se cubre la boca.
—Lo siento. Te veo luego —se despidió y sin poderle responder salió corriendo dejándome con la mano extendida.
Bueno, eso fue raro. Me digo a mi misma antes de continuar.

Al llegar a casa veo las luces de afuera encendidas y en sentado en una silla del porche, al lado de la puerta veo a Ronan, el novio de mi madre junto con uno de sus amigos. Trago grueso y tragándome el miedo que estoy sintiendo, avanzo para poder cruzar la puerta y encerrarme en mi habitación pidiéndole a Dios no ser notada. Sin embargo, y para mi desgracia me cuestiona antes de poder tocar el pomo de la puerta.
—¿Donde has estado? Tu madre no ha parado de preguntar por ti desde que te fuiste. La has dejado mortificada y nerviosa. —me regaña pero sé que solo lo hace para lucirse con su amigo quien no para de escanearme de arriba a bajo con una mirada lasciva que me provoca asco y coraje.
Junto mis cejas.
—Tarea. Si me disculpas le avisaré que ya llegué para que se tranquilice y no te moleste —dije en un tono de enfado y amargo sarcasmo.
—No vuelvas a mortificarla —me advirtió y no fue hasta que abrí la puerta que pude respirar.
Mi corazón estaba acelerado y lo único que pude hacer fue correr directo a encerrarme con seguro en mi habitación. Mi madre estaba tumbada en el sofá dormida de seguro por tantas pastillas. No tenía caso acercarme y despertarla, sería un fracaso.

CHANGES [Matt & Chris Sturniolo] Where stories live. Discover now